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Euskera

  • 15 de octubre de 2001

El euskara, euskera o vascuence es la lengua que, tradicionalmente se ha venido utilizando desde tiempos inmemoriales al menos en el Pirineo, si bien algunas hipótesis proponen una extensión aún mayor.

Se trata de una lengua pre-indoeuropea, lo que quiere decir que la construcción de las frases y las raíces de alguna de sus palabras es anterior a la expansión indoeuropea, de las tribus que, provenientes del Norte, conquistaron toda Europa y llegaron a la India.

La relación con las lenguas caucásicas, las posibles derivaciones del bereber del Atlas africano, o los residuos del íbero (lo que permitiría descifrar el contenido de ciertas estelas del levante peninsular), han sido, entre otras, las líneas de investigación que han procurado dar explicación al origen del euskara. Sin embargo ninguna de las hipótesis formuladas han dado un resultado satisfactorio.

Si bien existen datos que parecen avalar la utilización del euskara más al Norte y al Este que en la actualidad, los últimos escritos parecen orientarse a afirmar los límites occidentales en la frontera natural guipuzcoana, con lo que en Bizkaia, en la época romana imperial, no se utilizaría el euskara, aunque no se indica cuál fuera el idioma.

Una de las hipótesis que se barajan en la actualidad habla de que las famosas tribus vascas (autrigones, caristios, várdulos, vascones, e incluso gascones y verones) pudieran ser, más que vascoparlantes, poblaciones celtas que emigraban, atravesando éstas tierras.

Investigar en la toponimia puede ofrecernos una vía más segura sobre la extensión del uso del euskara, aunque con precaución, puesto que, por poner un ejemplo, los canteros vizcaínos y alaveses eran tan conocidos que fueron contratados fuera de sus fronteras, creando verdaderas poblaciones vascoparlantes en otras regiones. Sobre el uso o desuso del euskara durante la Edad Media no poseemos datos precisos, aunque ya la zona encartada lo había perdido para entonces.

La expansión y la reducción de los territorios de habla vasca, se han debido más a cuestiones económicas, de verdadero instrumento de comunicación entre mercaderes, que a las estrictamente políticas. De hecho, que el pueblo hable en euskara o en castellano, salvo contadas intervenciones del Estado o de la autoridad municipal, no ha preocupado excesivamente hasta época muy reciente. No hay mandato expreso ni por parte de la autoridad civil ni por la eclesiástica, de prohibición o persecución del euskara hasta el siglo XX. Así, el Santo Oficio de la Inquisición de finales de la Edad Media se limitaba a tomar declaración a testigos e inculpados, que no eran condenados por utilizar el euskara, sino que contaban con traductor, eso sí, no siempre fiable en sus intervenciones. La Iglesia, por poner un ejemplo, se dedica durante el siglo XVI, y hasta el XVIII al menos, a prohibir las danzas, máxime si éstas se realizaban dentro del templo; amonesta a los clérigos por ser cabeza de danza, pero no por comunicarse en euskara en sus relaciones cotidianas con el pueblo (otra cosa son las misas, celebradas en latín, como era menester).

Otra cuestión es la referente a la situación del euskara durante el siglo XVIII. La fama que ya para entonces ha adquirido el hierro bilbaíno y el desarrollo de su economía mercantil, que hace hablar de los "bilbos" al referirse a las espadas, y de "vizcaíno" a todo habitante de las provincias vascas (ya en El Quijote), llevó a la reivindicación cultural guipuzcoana de su identidad. Larramendi en su Coreografía de Guipuzcoa, y J. I. Iztueta en su "Gipuzkoako Dantzak ", no tratan, en ninguno de los casos a Guipuzcoa como una unidad territorial coincidente con su Diputación Foral, sino que la IDENTIFICAN CON EL ÁMBITO TERRITORIAL en que se utiliza el mismo dialecto vasco. Es aquí donde podemos hallar la lengua como reafirmación de un Pueblo, de una cultura diferenciada del resto, lo que conlleva, dicho sea de paso, la pérdida en la investigación de poblaciones guipuzcoanas que utilizaban, y aún hoy utilizan, el vizcaino.

Así llegamos al famoso mapa lingüístico de Luis Lucien Bonaparte, a comienzos del siglo XIX. La visión centralista o jacobina del investigador le llevó a limitar sus estudios al ámbito provincial, olvidando, o dejando a un lado, posibles desarrollos fuera de dichas fronteras. El Pirineo aragonés, que ha mantenido hasta incluso bien avanzado el siglo XX (en Jaca) el uso del vascuence, queda sin analizar por la división territorial preestablecida por el autor.

A lo largo de todo el siglo XIX, y más aún durante el XX, las necesidades económicas, en primer lugar, y la necesidad de un idioma común a la hora de promulgar leyes y decretos (motivo por el que el idioma barriobajero de la corte parisina se superpone a las más extendidas del bretón, el aquitano, el euskara, etc., por un lado, y del castellano, por el otro), vuelve a implicar un retroceso y desvaloración de la lengua popular, quedando desprestigiada a la hora de acceder a ciertos cargos, por lo que limita su incidencia al ámbito familiar y de relaciones populares. La gente culta, en sus ansias de subir puestos en el escalafón social, va perdiendo su interés por la lengua, aunque no la olvida completamente.

Con la Guerra Civil de 1936 - 1939 y la declaración de Bizkaia y Gipuzkoa como "provincias traidoras" al Alzamiento Nacional, el tema del euskara, junto a cualquier manifestación cultural que pudiera poner en entredicho la Unidad de la Patria, queda prohibido, pasando así el tema lingüístico a ser cuestión de Estado, es decir, a ser político.

Más, toda prohibición de costumbres populares conlleva generalmente un rechazo, también político, de quienes se ven afectados por la medida, entrando el euskara, en éste doble sentido, a formar parte esencial del ideario político de las organizaciones sociales. La citada prohibición, que realmente supuso un varapalo para el desarrollo y mantenimiento de la lengua, junto a la inmigración castellanoparlante, dejó al euskara en verdadera agonía. La oposición, ahora sí eminentemente política, al régimen totalitario del General Franco, se abrió a todos los campos de actuación, incluyendo el cultural y, dentro de éste, al euskara.