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¿Matriarcalismo Vasco?

  • Andrés ORTIZ - OSÉS | Deustuako Unibertsitateko Hermeneutikako Katedraduna / Catedrático de Hermenéutica en la Universidad de Deusto / Professor of Hermeneutics, University of Deusto
  • 15 de octubre de 2001

El Doctor en Filosofía por la Universidad de Innsbruck y Catedrático en Hermenéutica en la Universidad de Deusto retoma en el presente artículo el concepto de "matriarcalismo", diferenciado del de "matriarcado" en tanto que el primero hace referencia al substrato mítico - simbólico, y el segundo no pasa de ser una hipótesis en boga durante el siglo XIX en torno a las organizaciones sociales y el reparto u ostentación del poder político.

Se me incita a decir algo sobre el matriarcalismo vasco, cuando se cumplen veinte años de mis primeras incursiones en un tema que quedaría plasmado en la obra El matriarcalismo vasco. El título original del libro en cuestión era "Aproximación hermenéutica a la mitología vasca", que respondía exactamente a su contenido, pero el entonces editor deustense me presionó para rebautizarlo como "El matriarcado vasco". Ahora bien, ya en la primera página de la obra se advertía de que no se admitía el matriarcado (empírico) sino el matriarcalismo (simbólico), por lo que finalmente fue intitulado con este último término. Era bien consciente de la polémica que se avecinaba, pero se transigió para que el texto obtuviera un mayor eco popular. Y, en efecto, el tema ha resultado polémico.

La polémica es montada fundamentalmente por los que confunden el matriarcalismo vasco (simbólico) con un incierto matriarcado (empírico), a pesar de que en el libro citado se descalifica el matriarcado, al tiempo que se recalifica el matriarcalismo como algo que no existe (empíricamente) pero que es (simbólicamente). Pero la polémica científica se incrementa con la politización partidista de una cuestión esencialmente cultural. Los primeros en interesarse por el asunto fueron obviamente los nacionalistas: pero en el Partido Nacionalista el presunto matriarcalismo vasco acabó chocando con la heroica tradición sabiniana de Euzkadi como patria masculina y masculinista, mientras que en Herri Batasuna la impronta biófila del matriarcalismo vasco contrastaba con la violencia del propio movimiento vasco de liberación nacional. Finalmente fue Euzkadiko Ezkerra, que concluiría en el PSOE, la formación que se acercó críticamente al matriarcalismo vasco por mediación de M. Onaindia, pero el racionalismo hirsuto del grupo impedía cualquier colaboración con semejante tema casi contracultural.

Así que el matriarcalismo vasco se quedó flotando como un fantasma mal aparcado en Euskalerria, entrevisto de reojo fuera del propio País Vasco. Con tales premisas político-culturales, el matriarcalismo queda latente aunque descolgado del curso legal, considerándolo un invento de su propio inventor (un servidor). Y, sin embargo, ello significa sobrevalorarme como inventor o creador de la tradición matriarcal vasca (qué más quisiera para mi renombre), cuando en verdad soy solamente el hermeneuta o intérprete de dicha tradición cultural, recogida por José‚ Miguel de Barandiarán en sus diversos estudios mitológicos.

El caso es que la quintaesencia del matriarcalismo vasco esta significada por el mito matriarcal vasco, es decir, por la propia mitología vasca cuyos símbolos giran en torno del arquetipo de la diosa madre de nombre Mari o Amari. Todo lo demás es accidental y discutible, como que si ha habido matrilinealidad, matrifocalidad o matricentrismo, si ha existido avunculado o un cierto poder de la mujer, etc., etc. El hecho cultural que funda el por mi denominado matriarcalismo vasco es el hecho mitológico, asi pues la compresencia de la numen Aman en la psique tradicional vasca a través de las tradicionales creencias mítico-religiosas.

Ahora bien, para poder percibir la importancia que obtiene el matriarcalismo vasco en nuestra tradición hay que dar la importancia que tiene a la mitología vasca, la cual representa nuestra visión tradicional del mundo, así pues nuestra cosmovisión o concepción simbólica del cosmos. En este ámbito cosmovisional, el simbolismo juega un papel decisivo, por cuanto proyecta un imaginario cultural que, a modo de horizonte trascendental de sentido, cobija nuestra vida cotidiana y nuestros quehaceres inmanentes. Pues bien, ha sido sin duda la oblicua presencia del simbolismo como invitado imaginario la que no ha podido aún ser digerida por la cultura oficial instalada en el realismo bruto, el positivismo empirista o el racionalismo formalista. Poco a poco empero la ascensión de la hermenéutica simbólica se hace irresistible a partir del Círculo Eranos y G. Durand, M. Eliade y C. Castonadis, J. Campbell y M. Gimbutas, C. Geertz y Turner, E. Drewermann y R. Panikkar.

Mas con todo, ello no evita mi propia autocrítica final respecto al matriarcalismo vasco, señalando su propio título temerario, así como exageraciones polémicas, ambigüedades semánticas y mis propios límites bien visibles. Conste como único descargo que su autor era entonces un jovenzuelo algo locuelo (en ello desgraciadamente sólo he cambiado de edad), en un contexto de fuerte desrepresión psicosocial tras el largo franquismo interminable. Por eso he tratado de reconstruir la cuestión de un modo madurado en mi último texto al respecto (La diosa madre), pero dadas las reticencias al caso parece que el personal no está para madureces ni excesivas complicaciones. A pesar de todo, muchos pensamos, y ya no sólo yo, que el matriarcalismo vasco o, mejor, el mito matriarcal vasco (la mitología vasca matriarcal) tiene el suficiente interés como para volver a ser planteado. Mejor sin duda de lo que ha podido hacerlo su hermeneuta o intérprete (que no inventor o creador).