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La peculiar "danza" de lanestosa, única en su género dentro de Bizkaia

  • Emilio Xabier Dueñas
  • 15 de octubre de 2001

El investigador parte de la función social que cumplen las danzas para, a continuación, para a describir los datos históricos de que tenemos noticia respecto a su exhibición, las indumentarias e instrumentos utilizados, concluyendo con la propia manifestación festera.

El Folklore, digámoslo tradicional, aglutina conceptualmente una serie de costumbres y tradiciones que, bien se han mantenido de una forma un tanto esporádica, bien se han recuperado, e incluso reconstruido.

Dentro de todos estos apartados que componen el Folklore, la Danza Tradicional con mayúsculas ha servido durante generaciones y generaciones que se pierden a través de los siglos, como fundamento de expresión corporal ante todo, pero sin olvidar la ritualidad, tanto precedida como creada, el fomento de la relación entre sexos, así como la práctica de un ejercicio físico y la necesidad de ser figurante mediante una exhibición de sus facultades. Aún hoy en día, todo este entramado sigue funcionando en el mismo sentido, aunque con diferentes parámetros.

Existen muchos y variados tipos de danzas tradicionales a lo largo de nuestra geografía. La gran mayoría de las que se conservan, según su origen histórico, pertenecen al rango de masculinas o, al menos, ejecutadas y dirigidas por varones, sin obviar el papel de la mujer tanto en las suyas propias como en las que participa a diferentes niveles. De todas ellas, la única que en este momento es ejecutada por tradición en la comarca vizcaína de las Encartaciones/Enkarterriak, es la "Danza de varas" de la localidad fronteriza de Lanestosa. Esta población se halla situada en un marco de incomparable belleza paisajística y en cuyo casco urbano pueden admirarse casas y casonas. Cada cinco de agosto el cortejo discurre por las empedradas calles reavivando una singular y religiosa festividad.

El presente procedente del pasado

Las noticias históricas relativas a festejos en la villa se remontan al siglo XVII, en las que los Carnavales, la Semana Santa, las fiestas patronales con la música y los danzantes ocupan un lugar privilegiado para los distintos escribanos que bajo su discreta pluma dieron testimonio de las vicisitudes de épocas pasadas.

La figura del tamboritero, de los gaiteros y de los danzadores, citados en textos con sus nombres y apellidos a mediados del siglo XIX, nos obligan a delimitar que estos últimos eran procedentes del mismo pueblo y portaban una indumentaria que en poco ha variado desde finales de dicho período. Un pañuelo anudado a la cabeza, tipo zorongo idéntico a los del sur del país, y un anillo en cuyo interior se enlazaban las dos puntas del otro pañuelo colocado alrededor del cuello eran, según testimonios orales y gráficos, las pequeñas diferencias con respecto al traje actual, sin tener en cuenta tejidos, en el cual podemos distinguir el color blanco de camisa, pantalones y alpargatas, el rojo de cintas, fajas y los coloristas pañuelos.

Las herramientas son unas largas varas de zarzarraya o espino, las cuales son cortadas en la víspera, encintadas a base de papel de seda o similar de diferentes colores. Sirven de elemento principal para poder realizar las diversas evoluciones de las que se compone esta danza: dos filas con el Capitán en el centro y al frente, o en dos filas entrelazadas, siendo cada una de estas dos posiciones en forma "abierta" o "cerrada".

Con el tiempo la figura del danzante se ha ido revalorizando. Si antes eran 9, ahora son muchos más y los niños en grupo aparte. Las actuaciones sobrepasan los límites territoriales del municipio y la capacidad coreográfica es mayor, debido en parte a la integración de sus componentes en el mismo u otros grupos de danzas vascas.

La "Danza de varas" se halla integrada en un ámbito geográfico que alcanza, no únicamente ciertas zonas de la península, sino el norte, centro y sur de Europa. Danzas con varas o arcos floreados existen a pocos kilómetros de distancia de Lanestosa, en tierras cántabras, y también en Euskal Herria donde son conocidas las Uztai haundi y Uztai txiki de Gipuzkoa, las Arku Dantzak de Iurreta y Oinati o la "Danza de arcos" de Monteagudo. Por otra parte y dejando a un lado el material natural de los utensilios utilizados, las formaciones con espadas en la Ezpata Dantza de Xemein, la Alkate Dantza de Lakuntza, la Makil gurutze Dantza de Lesaka o la Bordon Dantza de Tolosa, tienen una similitud que no escapa a la observación del investigador. Formas coreográficas con figuras variadas de entrelazamiento, puentes, etc.

El marco espacial: la fiesta

El calendario festivo-folklórico de la villa se halla en la actualidad un tanto mermado, pero las escasas celebraciones que se siguen realizando a lo largo del año, así como las que se han creado recientemente, hacen subir el tono de diversión de los pobladores y la animación callejera aumenta espectacularmente en tales días.

De entre todas las fiestas, sobresale la conmemorada en honor a la Virgen de la Nieves que cada 5 de agosto, desde hace unos tres siglos, mantiene viva la llama de la "Danza" -nombre con la que hasta hace pocos años era conocida popularmente- y si se quiere con más fuerza y empuje por parte de los más jóvenes.

Centrándonos en lo más tradicional de los festejos y teniendo en cuenta la transformación sustancial que sufre la fisonomía del municipio, de la tranquilidad y silencio de sus calles al pequeño y localizado jolgorio bullicioso, los danzantes se van congregando a primeras horas de la mañana. Éstos, cada año en mayor número, realizan un último ensayo antes de la actuación oficial para, a continuación encargarse de recoger y trasladar a las autoridades civiles hasta la iglesia parroquial, lugar donde se celebra la misma mayor.

Una vez finalizada la misma, el cortejo procesional con la imagen de la virgen, los danzantes con sus evoluciones hacia delante y hacia detrás, el o lós músicos, la corporación municipal, los representantes de la Iglesia y el pueblo recorren las calles céntricas, al mismo tiempo que los cohetes efectúan su estruendosa conjunción sonora con las campanas del templo.

El itinerario les conduce a la plaza y allí mismo se danza un Aurresku individual, en entona la Salve y la "Danza" es ejecutada por el grupo infantil local, el cual también interviene en la procesión pero a nivel secundario. Con el regreso a la iglesia, el acompañamiento al alcalde y concejales hasta el ayuntamiento y la invitación municipal a los danzantes por las tabernas y bares terminan la actuación matinal.

Por la tarde y después de una opípara comida, la cuestación. De casa en casa, de forma desenfadada, se baila una y otra vez la danza y se van "echando vivas" a los dueños, familiares, vecinos y amigos, obteniendo a cambio el donativo económico y el agasajamiento a tomar resfrescos, licores y dulces.

El día se ha hecho largo incluso para el que no ha empalmado la noche anterior con la mañana. Los danzantes extasiados por su esfuerzo, se reparten el dinero cosechado junto con los músicos y, de esta forma, se retiran a sus casas a descansar. Unas horas más tarde, muchos de los mismos han repuesto sus fuerzas y con nueva vitalidad salen de ronda o a la plaza, donde el baile de la verbena hace mover los cuerpos más oxidados.

La actitud ante la fiesta varía según edades. En estos días la población se dispara en número, acrecentada en la época estival. Muchas familias tienen su vivienda habitual en otros pueblos o en la capital, Bilbo. Hijos del pueblo y generaciones posteriores se acercan a pasar unas vacaciones a este pequeño rincón de Bizkaia, hoy en día conocido a través de los medios de comunicación y cuya importancia en la Edad Media queda manifiesta en la fundación como villa, en su situación de paso para el comercio y en su arquitectura.

Año tras año el ritual se va modificando muy sensiblemente y sólo será palpable cuando haya transcurrido mucho tiempo. Las horas, los protagonistas, el orden y la novedad de ciertos actos, poco a poco se van adueñando del pasado en una fiesta que continuamente se revive y se transforma: idiosincrasia y singularidad a partes iguales.