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El círculo mágico

  • Pablo A. MARTÍN BOSCH, "Aritz".
  • 15 de octubre de 2001

Desde muy antiguo el ser humano, por no remontarnos más allá en la cadena evolutiva, ha danzado y lo ha hecho no sólo de un modo individual, sino también colectivo, y esto último le ha obligado a adoptar diferentes figuras dentro de la representación. Una de las más simples, quizás, entre las danzas grupales o sociales ha sido la formación de círculos. Vemos corros de uno, dos, tres... y muchos más anillos a lo largo y ancho del planeta Tierra. En ocasiones, lo más general, los hombres, varones, ocupan el centro y las mujeres primero y después los niños van cada vez mas hacia el exterior.

Sin embargo, y aunque pueda ser la posición mas cercana al centro quien nos pueda indicar el estatus o posición del sexo en la estructura social, de más elevado a menos. Podemos aun entresacar otras cuestiones de sumo interés para los investigadores de las danzas tradicionales.

Curt SACHS, en su Historia Universal de la Danza (Ed. Centurión, 1944) se basa en un dato que puede parecernos irrelevante, pero que nos da unas pista lo suficientemente segura a la hora de interpretar el significado de las danzas circulares o de cuerda. En su obra nos indica que el Sol, en el hemisferio Norte, siempre lo vemos circular (desde la Tierra inmóvil) de Este a Oeste pasando por el Sur, de manera que si observamos su recorrido surge a nuestra izquierda para ir ascendiendo primero, y descendiendo después cada vez más a la derecha. Sigue lo que se suele denominar el recorrido propio de las agujas del reloj, y de hecho los relojes de manecillas responden a tal estructura. De aquí Curt SACHS extrae la conclusión de que las danzas ejecutadas en el sentido de las agujas del reloj han de responder a mentalidades propias del pensamiento o mitología solar.

Sin embargo, y siguiendo a nuestro cicerone, la Luna, a pesar de seguir en lo general el deambular diurno, pues surge por Oriente y se esconde por Occidente tras atravesar la zona Austral, cada día, teniendo en cuenta la misma hora de observación, podemos encontrarla un poco más a la izquierda respecto a la fecha anterior. El camino es el mismo, pero, al ir más lenta, parece volver sobre sí misma, adoptando un sentido contrario al de las agujas del reloj.

Danzas Solares y Danzas Lunares, danzas dedicadas al astro diurno y al nocturno, danzas propias del dominio cazador y danzas agrícolas se contraponen. Sería interesante comprobar hasta qué punto se dan tales correspondencias, pero en el caso que nos ocupa, en las danzas del ámbito de habla vasca, en los Pirineos occidentales y sus estribaciones, en Nafarroa, Zuberoa, Lapurdi, Araba, Gipuzkoa y Bizkaia el hecho es que no encontramos danzas que se realicen en el sentido de las agujas del reloj y sí, en su totalidad, en sentido contrario. Deducimos, quizás prematuramente, que las danzas circulares del País Vasco en general y de Bizkaia en particular, deberán responder a un tipo de pensamiento más lunar que solar.

Un dato que corrobora la hipótesis anterior lo hallamos en el hecho de que en el panteón cobra especial relevancia la mujer que, con el nombre de Mari, Anbotoko Sorgiña, Amari, Amaia, Maia, Lamia, Elilamia, etc. posee la capacidad de transformarse en cualquier elemento de la naturaleza: nubes, tormentas, animales, mares y rios, montañas, árboles y personas, etcétera. No cabe duda de que las danzas circulares exhibidas en los diferentes pueblos de los Pirineos Occidentales se acercan más a las Diosas Madres que a los Dioses Masculinos.

Tales danzas, generalmente mixtas, han adquirido diferentes manifestaciones en función de las poblaciones en las que se realizan de manera que contamos, dentro del ámbito del habla vasca, con Ttun Ttun en los límites orientales, Ingurutxu e Ingurutxo en Nafarroa; Giza Dantza y Gizon Dantzak en la zona de Nafarroa y Gipuzkoa; Larrain Dantza o Danza de las Eras en la Nafarroa Media; y Soka Dantza o Aurresku en Bizkaia. Las Danzas circulares realizadas en dos filas adquieren en éste último caso una simple cuerda.


En todas ellas vemos el desarrollo citado en sentido contrario a las agujas del reloj, y, por lo tanto, de carácter lunar. Y en todas ellas también encontramos la existencia de una figura que ha dado lugar a diferentes interpretaciones pero que, por una razón u otra, al final han coincidido en interpretar como "puentes selectivos". En ellos, una pareja, generalmente la primera y la última, alzan sus manos dejando pasar al resto de los participantes en la cuerda por debajo del mismo. Si quien pasa es considerado personas digna no existe impedimento, más si se trata de persona indigna o marginal, el puente se cierra y es expulsado o expulsada de la cadena. Así parece ser que se hacía en el Baztán Navarro, y su interpretación ha sido asumida sin ningún tipo de crítica en el resto del territorio de habla vasca.

La Soka Dantza, entonces, cumpliría la función de último rito de asunción del dantzari o danzante a la hora de ser aceptado como tal, ya que puede bailar con mujeres consideradas socialmente como dignas. La presentación de las mozas que se da en la Soka Dantza no es más que un paso selectivo en que se permite o prohibe la consecución del ritual.

Por otro lado, los pañuelos son utilizados, parece ser que muy recientemente, a fin, por un lado de evitar el contacto físico entre hombres y mujeres en dos sentidos. Por un lado hay quien afirma que de este modo no se exponen a los sudores y consiguiente mal olor del otro; por el otro evitan enviar mensajes ocultos en un lenguaje oculto, como se hiciera mediante los abanicos, por ejemplo, entre los participantes en el círculo, y aún más, dan la posibilidad de no ser retenida o retenido contra su voluntad por quien cogiera la mano. No vamos a entrar en la cuestión, pero nos parece de sumo interés su estudio.

Otras danzas de carácter circular son las Biribilketak, danzas mixtas serpenteantes que, a saltos, van sin orden ni concierto, siguiendo únicamente el ritmo musical alrededor del espacio festivo y que han sido asociadas por diferentes autores a la salida de Teseo del laberinto.

Por último, las danzas en que un hombre se opone a una o varias mujeres, lo mismo que su inversa, o las danzas denominadas tradicionalmente a lo alto y a lo bajo, de las que forman parte las Jotas o Fandangos, y el Arin Arin o Porrusalda son muy comunes en todo el Norte Peninsular. Su origen lo sitúan los estudiosos en Arabia o Egipto, de donde, a lo largo de todo el Norte Africano habría llegado a la Península y, posiblemente extendiéndose primero hacia Occidente, por Portugal, y más tarde hacia el Norte y Oriente, llegaron al País Vasco.

El uso de los brazos alzados, en posición que recuerda a las astas del toro fértil, práctica casi desconocida en el resto de las danzas vascas más centradas en el movimiento de los pies, parece ser aval suficiente para tal interpretación, siempre y cuando obviemos posiciones semejantes realizadas en los Ingurutxo o Ingurutxuak y en los Ttun Ttunak. Además, en el caso que nos ocupa no es el varón quien desarrolla ejecuciones a lo alto mientras la mujer lo hace a lo bajo, sino que ambos mantienen una armonía coreográfica, como contraponiendo ambos poderes o evoluciones.

Las danzas circulares mixtas ejecutadas en sentido contrario al de las agujas del reloj parecen indicar, por tanto, la conclusión de un ritual de aceptación del grupo de danzantes por la comunidad a la que pertenecen.

Existe otro grupo de danzas, también circular, en este caso en derredor de un poste del que cuelgan cintas o en el que se colocan las mismas, como en la Danza del Arbol de la Virgen de la Plaza de El Ciego, las Zinta Dantzak de Gipuzkoa o el Domingillue de Bizkaia. Sin embargo en estas ocasiones, frente al carácter circular de las exhibiciones prima el elemento central, el propio poste, representante, por lo general, de la Naturaleza. En cualquier caso las danzas circulares realizadas en el País Vasco nos remiten a una cosmología de tipo Naturalista, donde la Naturaleza (Madre, Mujer, Tierra, Luna) cobra especial relevancia.