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Hitos simbólicos

  • Pablo A. Martin Bosch. “ARITZ”.
  • 15 de octubre de 2001

Ya desde antiguo el Hombre ha debido verse fascinado ante la posibilidad de medir el tiempo, el control de la duración de los días y las noches, de los meses y estaciones, e incluso de los años implicaba no sólo un mero interés cultural, sino incluso una necesidad vital, pues debían precisarse lo más exactamente posible, los tiempos de cambio en que la caza emigra o retorna o los cereales y demás alimentos surgen o se angostan.


Apartados:

La Medida Del Tiempo Solar.

La Medida del Tiempo en Función de la Luna.

Los Solsticios: San Juan y Navidad.

San Pedro.

Los Equinoccios: San Miguel.

Santiago y San Jorge.

Santa Ana, La Asunción y la Virgen de las Nieves.

Las fechas móviles: Semana Santa y Carnaval.

Conclusiones.

La medida del tiempo solar

El día y su duración han sido posiblemente, en éste sentido, el primer metro utilizado a la hora de calcular los cambios. Día y noche permiten estructurar las actividades humanas en función de dos parámetros opuestos: el día es para las actividades diurnas cuanto la noche lo es para las nocturnas, y ambas no deben mezclarse, pues de lo contrario puede suceder, tal y como relata el imaginario popular vasco, que los moradores de la noche arrebaten a los del día y viceversa. Así, las brujas y genios nocturnos desaparecen en las entrañas de la Tierra cuando sale el Sol, y los humanos perdidos en tales horas son secuestrados y obligados a realizar mil proezas antes de ser liberados a la mañana siguiente. Día y Noche, nuevamente, emergen como símbolos opuestos, de manera que hasta Zeus, el Dios morador del Cielo y poseedor del Trueno y el Rayo, no teme a nadie más que a Nyx, la oscura noche, que le persigue continuamente.

Más, el día y la noche no tienen siempre la misma duración, y unas veces vence uno cuanto en otras es su contraria la ganadora. Nos hallamos, pues, ante un problema que ha dado lugar a disquisiciones filosóficas, políticas, científicas y de toda índole en el occidente europeo al menos a partir del siglo VII a. n. e. Y que ha llegado hasta nuestros días.

A fin de establecer el tiempo social que dedicar a cada actividad, diurna o nocturna, el Hombre no ha tenido más que atender al astro dominante en el firmamento, el Sol o la Luna, de manera que mientras el primero ordena en todos los sentidos sus dominios, la segunda hace lo propio con los suyos.

Este hecho tan simple en su comprensión ha debido originar, sin embargo, gran confusión interpretativa entre las gentes previas a nuestro propio conocimiento histórico. De hecho autores como Mircea ELIADE vienen a significar la preeminencia de las figuras solares en aquellas culturas eminentemente cazadoras, mientras las agrícolas parecen centrarse más en cosmologías de tipo lunar debido, sobre todo, a que las primeras necesitan del calor al que siguen los animales en busca de forraje, yendo de Sur a Norte y viceversa respondiendo a las necesidades más elementales. El animal busca forraje, y éste crece en virtud de la fuerza del astro diurno, por lo que la caza sigue al Sol y él es quien nos da el alimento, por lo que es considerado como divino. Es más, es el Hombre en su sentido más restringido, quien en las sociedades cazadoras de las que hablamos, lleva el sustento a casa y, por tanto, ostenta el poder no sólo económico, sino también político, social y, en ocasiones, religioso (salvo en los casos de Chamanismo Siberiano en que la Mujer contrarresta tal situación).

Por su parte, y aunque sea reducir los casos en exceso, la zona Mediterranea llega a conocer la agricultura y la ganadería antes que sus límites boreales. Tal situación implica subrayar la figura de la Tierra, que es por lo general representada como una Mujer que resalta sus características propias como fértil: grandes nalgas y grandes pechos, tal y como encontramos en las Venus europeas. Más, la Tierra, como la Mujer, posee unos ciclos que, además, de un modo natural y más aún cultural, se han hecho coincidir con los ciclos lunares de tal forma que Mujer, Fertilidad, Noche y Luna han coincidido en un mismo campo semántico.

No vamos a adentrarnos en la cuestión referente al hecho de que tal Fecundidad necesite o no del acto del varón, relación comúnmente ignorada en las sociedades primitivas, hasta el punto de no ofrecer sino un relato mítico o mágico de la concepción. La mujer es la encargada de engendrar y de cuidar de la prole en todas las sociedades tradicionales conocidas, y el hombre no cumple, por lo general, ningún papel relevante al respecto hasta épocas muy recientes. Sin embargo sí quisiéramos anotar que la falta de necesidad del varón en tales cuestiones, como sucede en el imaginario gallego en que son unos genios quienes penetran por la vagina al cruzar ciertos ríos, o en el vasco, en que relacionarse de algún modo con rocas, peñas o piedras significan el embarazo seguro o, en su defecto, encontrar novio o novia durante el año, tales cuestiones han podido originar simbólicamente la creencia en Grandes Madres de la Naturaleza que, siendo Madres, no precisan de varón, por lo que son Vírgenes. Hablamos, por tanto, de Madres Vírgenes, Madres de la Divinidad y Vírgenes por la carencia de Varón. No es de extrañar, así, que el dogma católico acerca de la Virgen se consensuara en una zona propia de las Grandes Diosas, ni que fuera rechazado posteriormente en el Norte Europeo, ámbito de los Dioses Masculinos.

La medida del tiempo en función de la Luna

Como hemos indicado más arriba, saber exactamente cuánto dura un día, es decir, cuánto tiempo está el astro diurno sobre nosotros, desde su primer alumbramiento hasta su ocaso, es harto difícil, toda vez que día a día va variando, desde su máxima duración, en el solsticio de verano, hasta su mínima expresión, en el de invierno, cuestión que tendremos ocasión de estudiare más adelante.

Por su parte, la Luna parece responde a ciclos mucho más regulares, y, por lo tanto, no es de extrañar que se tomara en primer lugar como medida temporal. Así, cada 28 días obtenemos una Luna Llena, o un Cuarto Menguante, o Uno Creciente, etcétera. La Luna marca, por lo tanto, el tiempo de trabajo en el sentido de que puede delimitar cuáles son las labores a realizar en cada sección.

No es de extrañar, por lo tanto, que gran cantidad de sociedades actualmente calificadas como "primitivas" adoptaran como base de medición temporal el calendario Lunar, tal y como ocurre hoy en día con los pueblos del ámbito musulmán, por lo menos en lo que respecta al Ramadán, y que aún persista tal influencia en el cristianismo a la hora de fijar la Pascua y, por ende, el Carnaval. En el caso vasco también podemos comprobar tal medida en la denominación del mes, que pasa a denominarse como "Luna Llena" (Ilbetea o Ilabete).

La Luna ha sido pues la encarnación del cambio, del mes, de la Noche, de la Vida y de la Muerte, y como tal, la morada última de los desaparecidos: la Luz de los Muertos. Más, con lo dicho no llegamos más allá del mes de 28 días, y esto no explica, aún, los cambios climáticos. Si sólo tenemos en cuenta el calendario lunar podemos encontrarnos con variaciones típicas del orden musulmán en que el Ramadán va retrocediendo unos 15 días por año, pero no vuelve a repetirse.

Los solsticios: San Juan (23 – 24 de Junio) y Navidad (24 – 25 de Diciembre)

Tras definir claramente la duración del mes lunar los diferentes filósofos se han ocupado en compaginar ambos calendarios, el Solar y el Lunar. Para ello debían precisar con exactitud la máxima duración diurna y la mínima, lo que no era difícil a partir de la creación del Gnomon, atribuido a Anaximando de Mileto, allá por el siglo VII a.n.e. El reloj solar indicaba claramente la longitud máxima (solsticio de verano) y la mínima (solsticio de invierno) del deambular solar. Podemos, entonces, comprender el por qué "científico" de dichos avatares, pero necesitábamos aún de una explicación simbólica o religiosa.

Si seguimos a antropólogos de la talla de J.G. FRAZER y otros veremos que en el solsticio de verano, San Juan, se anticipa el siguiente, de manera que no es de extrañar que tal santo sea aquél que va a predecir la venida del Cristo. Los rituales de San Juan y los al mismo asociados, sirven de preámbulo simbólico a la venida del Cristo, acaecida en torno al Solsticio de Invierno, en fechas cercanas al 21 de Diciembre.

El solsticio de invierno, celebrado tradicionalmente en fechas próximas al 21 de Diciembre y, en el calendario festivo católico, la noche del 24 al 25 de dicho mes, implica la duración más corta del día respecto a la noche. El Sol, de alguna manera, nace ese día, y este hecho no ha pasado desapercibido dentro de la religión dominante, de manera que el ritual pagano asociado a tal fecha ha sido renombrado.

Podemos encontrar, dentro del ámbito geográfico de habla vasca actual, es decir, dentro de las siete provincias, dos estados y tres comunidades administrativas, rituales asociados al fuego, como la quema del leño de Navidad o Gabon Zuzi, cuyas cenizas serán utilizadas más adelante en diferentes actos de protección del ganado o del hogar. Contamos también con rituales vinculados al agua, como la recogida de aguas de diferentes fuentes a las doce de la noche, bien en Navidad o bien durante la Noche Vieja.

Es también el tiempo de celebraciones familiares, de reunión del grupo de parentesco, o del barrio, en comidas populares. Y época de regalos. Pero es, sobre todo, cuando el Sol se encuentra en su momento más indefenso, cuando en Gipuzkoa se representa tal nacimiento, cristianizado ya, con la figura del Olentzaro, Olentzero u Onentzaro, que augura un tiempo de bonanza, encarnado en el carbonero bonachón, de cara tiznada, y que porta un saco con regalos, o del tronco cagón, que guarda en su ser los presentes populares, tal y como se celebra actualmente aún en el Pirineo, sobre todo Oriental.

El Solsticio de Invierno, las fechas próximas a la Natividad de Nuestro Señor en el calendario cristiano, se encarna, pues, en una serie de actuaciones asociadas al nacimiento de Cristo, con el consabido rapto de niños y juicios sumarísimos al año que concluye.

Seis meses más tarde se festeja el Solsticio de Verano, cuando el Sol se encuentra en su máximo apogeo y comienza a declinar. Su festividad, dentro del santoral cristiano, se ha vinculado a la figura de San Juan, por ser el personaje premonitor del advenimiento del Cristo Salvador. San Juan Bautista fue quién en principio se negó a bautizar a Jesús el Cristo por ser él un mero mortal mientras el otro era Hijo de Dios. Sin embargo Jesús le conmina a bautizarle a lo que finalmente accede. Durante la festividad de San Juan, y las fechas cercanas, los diferentes pueblos también han optado por ejecutar rituales similares, aunque diferentes también, a los propios de la Navidad. Así, el fuego invernal era pequeño, como lo es el ser que nace, y en verano es grandioso, de manera que se crean grandes hogueras comunales, hoy en día cada vez más en desuso, que encarnan las potencias máximas del astro diurno.

Los troncos y árboles utilizados con espíritu curativo para animales y el hogar durante el invierno son utilizados ahora a nivel colectivo y social, de manera que sirven para curar las hernias (Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, Aragón, etc.), o, como las enramadas, para lograr nuevos amores. También el agua cumple un papel fundamental, no sólo al engalanar las fuentes, sino también por los baños que se realizan durante estas fechas, o el andar descalzo o desnudo sobre el rocío de su mañana. Además, las aguas que caen de los aleros de los tejados sirven de bautismo para los infantes muertos al nacer, tal y como indica, entre otros, Josemiel de BARANDIARAN.

A tal punto llega el poder solar y benigno del astro sobre las fuerzas del mal y nocturnas que los dragones del imaginario popular quedan adormecidos a lo largo de tal efemérides, y permiten rescatar a las princesas y demás genios femeninos encantados si se sigue el ritual (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, etc.).

Las festividades de San Juan y sus limítrofes encarnan, pues, la victoria casi completa del Bien sobre el Mal, del Día sobre la Noche. Sin embargo tal victoria no es nunca completa en el imaginario colectivo tradicional consciente de que tras el tiempo de bonanza va a seguir el de oscuridad.
Danzas vinculadas al Solsticio de Verano van a representar, de un modo u otro, la victoria de la Naturaleza sobre fuerzas adversas.

San Pedro (29 de Junio)

La festividad de San Pedro, el 29 de Junio, se encuentra, por un lado, cercana temporalmente a la de San Juan, cuyas celebraciones no han concluido en todas las poblaciones, por otro, a los rituales de Mayo, con la colocación del poste homónimo, y aún también con la de Santiago, a la que precede, puesto que las cofradías de pescadores que caen bajo la protección del Apóstol y Piedra de la Iglesia, hacen balance de sus cuentas y cambian de Mayordomo precisamente la onomástica del Apóstol Mayor. Tal es lo que se hace en poblaciones costeras, como Lekeitio, para lo cual se realiza la exhibición de la Kaixarranka o danza que se ejecuta sobre un arcón que, antiguamente servía para guardar los libros de cuentas.

Sin embargo San Pedro no es sólo, por su profesión original de pescador, patrono de la gente de mar, ya que poblaciones del interior, como es el caso de Berritz en el Duranguesado de Bizkaia, también le veneran como su protector. Quizás el hecho de encontrarse a caballo entre San Juan y Santiago haya sido el motivo de exhibir danzas de espadas en ésta fecha, lo que también ocurre en poblaciones costeras de Galicia; o quizás el tratarse de sociedades cerradas, cofradías, les dé ese sentido oscuro de la iniciación.

A. MONTESINO, en Fiestas Populares de Cantabria, t. I (Ed. Tantín, Santander, 1984) busca la relación entre los rituales de San Pedro y los de expulsión de los genios malignos por medio del fuego, los lunares asociados a la noche, y el ritual de paso que se escenifica con el cambio de costera, las pruebas de resistencia física, el papel de las viejas, representantes del propio mar, y los pasos de los danzantes de Comillas, símbolo de los marineros y su medio.

Es interesante constatar que la estructura de las actuaciones descrita por MONTESINO coincide, casi punto por punto, con la que se ejecuta en Berritz, con la reunión de los danzantes, la colocación del Donianeatxa o árbol de San Juan, las danzas de hombres, y la conclusión en una danza social mixta. La diferencia fundamental estriba en que Berritz no se encuentra ubicado en la costa, es un pueblo de interior. Aunque quizás pueda tratarse de un ritual de paso en una cofradía de distinta índole.

E. GOMEZ PELLÓN y G. COMA también analizan el ritual propio de la festividad de San Pedro, ahora en Asturias (Fiestas y Rituales de asturias. Período Estival), de manera que el 29 de Junio, vinculado al 24 del mismo mes, "tiene por trasfondo el epígono de un rito de iniciación estacional que aún encontrará alguna aminorada renovación en otras fechas del calendario y pertenece al ciclo conmemorativo de exaltación de la vida cósmico - vegetal cuyas raíces ahondan en períodos históricos muy alejados del nuestro". Es el tiempo de engalanar fuentes y ventanas, de formar grandes hogueras (rozu), de plantar los Mayos, de amenazar al Santo con arrojarlo al mar o quemarlo en caso de no atender a las súplicas de sus protegidos, como sucede también en Lekeitio. Es tiempo de danza destinada a la abundancia y la fertilidad.

Mucho se ha insistido en trasladar la imagen de Santiago e incluso de San Miguel como ideal caballeresco y las danzas a ellos dedicadas, por tanto, como danzas bélicas. Ahora, sin embargo, vemos que su relación más estrecha se establece con la agricultura, la ganadería y la pesca, es decir, con la alimentación. No hemos de olvidar que el propio Marte, Dios de la guerra, también era destinatario de los ritos de fertilidad.

Los Equinocios: San Miguel (8 de Mayo, 29 de Septiembre y 16 de Octubre)

Si los Solsticios marcan la duración máxima (en Verano) y mínima (en invierno) de la luz solar, es evidente que han de existir dos fechas en las que las mismas han de ser equivalentes, a las que denominamos como equinoccios. Así, durante el equinoccio de Primavera (celebrado sobre el 21 de Marzo) y el de Otoño (que corresponde al 21 de Septiembre), debemos hallar fechas o hitos simbólicos que expresen la confrontación existente entre las fuerzas diurnas o benéficas, y las nocturnas o maléficas.

Al nivel simbólico comprobamos que en el calendario cristiano el 29 de Septiembre festeja la victoria de San Miguel sobre el Diablo, y existen referencias de otro San Miguel celebrado antiguamente en fechas cercanas al equinoccio de Primavera.

La lucha entre el Bien y el Mal, entre la Luz y las Tinieblas puede muy bien encarnarse en la batalla entablada entre el Dragón Caótico y el arcángel salvador, es la guerra entre San Miguel y Herensuge, entre el héroe salvador y civilizador y las fuerzas desconocidas del inframundo, que se encarnan en un ser maléfico cubierto de escamas (Agua), que habita en cuevas (Tierra), arroja fuego por la boca (Fuego) y puede desplazarse volando a los mares bermejos (Itxasgorrieta: Aire). Es el arcángel enfrentado también al gigante Gargano o Gargantúa y Gargamella, que en el imaginario vasco quedan asociados a Basajaun y Basandere, y, por extensión, a Torto, Jentil, Antxo, etcétera, etcétera.

No es de extrañar, por tanto, que las fechas cercanas a las celebraciones de San Miguel, tanto en el comienzo de la Primavera como del Otoño se encarnen en danzas y rituales guerreros, de verdadera y encarnizada lucha entre las fuerzas del Bien y del Mal, tal y como de un modo ingenuo, a nuestro parecer, se hizo en la Danza de Nueva Creación denominada "San Migelen Ezpatadantza" en Arretxinaga.

Santiago DE LA VORÁGINE, en La Leyenda Dorada, nos relata las diferentes apariciones y favores atribuidos al Arcángel. Así, en primer lugar cita la que el imaginario popular atribuye a la cima del monte Gárgano, en que el pastor perdió un buey, y que al encontrarlo, su dueño quiso matarlo con flecha envenenada, mas ésta fue desviada de su destino y, volviendo sobre sí, mató al desdichado arquero dando lugar a la leyenda, pues tal hecho se atribuyó a la intervención del general de los ejércitos celestes. San Miguel aparece así como el defensor del vacuno. Hemos de señalar también la relación simbólica existente entre Gargano, Gargan, Gargantúa o como se le prefiera llamar y las fiestas del Carnaval, próximas por lo demás al Equinoccio de Primavera, puesto que ya al nacer de la oreja izquierda de su madre Gargamella, que no pudo hacerlo por el conducto habitual por el exceso de materia fecal que contenía tras las grandes comilonas de preparación de la Cuaresma, salió pidiendo vino, como indica Claude GAIGNEBET en El Carnaval.

En otra ocasión, relata el mismo autor, unos ladrones habían escondido un toro en una cueva, lo que nos recuerda algunas leyendas vascas relacionadas con Mari, la Gran Diosa Naturaleza, y con el tesoro escondido en la cueva de Gorbeia, en Bizkaia, custodiado así mismo por un enorme toro que escupía fuego, en lo que concuerda así mismo, con otros personajes imaginarios (Dragones, Gigantes, Lamias, etcétera); tras recuperar el bóvido el Arcángel se ve impelido a actuar de nuevo enviando a un hombre forzudo que retirara sin esfuerzo las grandes peñas que impedían la construcción del templo, hecho que, en el País Vasco suele atribuirse a los Jentilak, Moruak, Lamiñak, y otros genios semejantes.

También al acudir al islote Tumba el 16 de Octubre, que el autor da como fecha de su antigua celebración, una mujer embarazada quedó sumergida en las aguas, más no murió, puesto que el ser celestial la ayudó a salir sana y salva a la superficie tras haber parido en el mar, lo que quizás nos pudiera poner en relación con las creencias y relatos vascos acerca del parto de la Lamia.

Aún relata otra aparición ante el Papa San Gregorio para anunciarle el final de la peste que asolaba Roma, lo que dio lugar a la creación de un santuario en su honor y a fijar el 8 de Mayo su festividad. Contamos, por lo tanto, al menos con tres celebraciones dedicadas al Arcángel: el 8 de Mayo, el actual 29 de Septiembre y el citado 16 de Octubre.

Más adelante nos dice nuestro cicerone que en un lugar cercano a Constantinopla se le dedicó un templo sobre otro anterior dedicado a la Diosa Vesta, la Virgen eterna destinada al cuidado del fuego sagrado y de la estabilidad del macrocosmos, y en cuyo templo se realizaban curaciones. El Arcángel, así, tiene algo que decirnos acerca de la vida y de la muerte, pero no sólo al nivel humano, sino en el universo, es la lucha entre el día y las tinieblas, es la encarnación del equinoccio y del triunfo (deseado) de la Naturaleza.

Vemos, entonces, que en la figura de San Miguel se imbrican diferentes significaciones, es el guerrero, el jefe de las milicias celestiales que lucha contra Lucifer, contra el Maligno, contra Satán encarnado en Dragón, pero es también el guía espiritual, el psicopompo y psicagogo que enseña el camino hacia el Paraíso celestial, sobreponiéndose al Hermes pagano que, como él, también era sanador, lo que nos acerca a dos de las interpretaciones que se han dado acerca del simbolismo de las danzas de armas realizadas, por lo demás, en su honor.

El San Miguel de Mayo indica la fecha en que las reses deben ir a los pastos de montaña (Eloy GÓMEZ PELLÓN y Gema COMA GONZALES, en Fiestas de Asturias, Caja de Ahorros de Asturias, 1985, pág. 22), mientras el San Miguel otoñal predica el tiempo de las ferias tras volver de los terrenos comunales. Así pues, todo ritual que se realice en fechas próximas a las festividades de San Miguel deberán tener en cuenta, según creemos, tal elemento interpretativo. Además debemos tener en cuenta cómo se ha representado al Arcángel en el mundo imaginario vasco, pues por muy semejante que pueda parecernos al resto de Europa, a las versiones recogidas por Santiago DE LA VORÁGINE y otros autores, cada relato autóctono puede mostrarnos la especificidad de cada territorio y nuevas pistas para la interpretación.

Josemiel De BARANDIARAN, el gran compilador del pensamiento mágico del área de habla vasca, comienza hablándonos del santuario de San Miguel in Excelsis, zona fronteriza entre Nafarroa, Gipuzkoa y Araba, de economía eminentemente pastoril, sembrado de numerosos monumentos megalíticos, hasta el punto de que el mismo nombre de Aralar parece derivar de Ara y Larra, es decir, el campo del altar, y parece ser que bajo los cimientos del actual templo hay otros anteriores de árabes y romanos. La leyenda está muy extendida por Europa, y relata cómo un caballero medieval, en nuestro caso Teodosio de Goñi, tras matar involuntariamente a sus progenitores ha de cumplir una severa penitencia que acabará llevándole a la sima del monte Aralar, en que encuentra a una doncella que ha de ser devorada por un Dragón. El caballero promete su auxilio a la desdichada, más, al aparecer el monstruo, se ve en la necesidad de invocar al Arcángel, que desciende del cielo cortando las cabezas al maligno y liberando al tiempo al penitente de su pena.

En otra ocasión quien acaba con la amenaza es el señor de Zaro, que arroja un pellejo de novillo relleno de pólvora al interior del monstruo; En Arrasate - Mondragón es un herrero quien le da muerte y aún en la variante de Orduña le corresponde tal papel a un niño. Mas, si la leyenda ha podido extenderse más durante unas épocas u otras lo que no nos cabe duda es que se asienta sobre creencias muy anteriores al advenimiento del cristianismo.

San Miguel, por último, implica también la ida y el regreso social de un grupo muy determinado, los jóvenes zagales. Es decir, los San Migueles sirven de hitos simbólicos a la hora de establecer el estatuto ocupado por cada individuo. San Miguel es un hito en el ritual de paso.

  • San Miguel es el jefe de las milicias celestes frente a Lucifer o Satán.
  • San Miguel se enfrenta al Dragón (Herensuge, Iraunsuge).
  • San Miguel es una cristianización de Hermes - Mercurio.
  • San Miguel es Psicagogo.
  • San Miguel es Psicopompo.
  • San Miguel es intermediario entre el Cielo y la Tierra.
  • San Miguel posee propiedades curativas.
  • San Miguel posee un templo en Constantinopla sobre los cimientos de otro previo dedicado a Vesta, de planta circular (el de Xemein es hexagonal, con un dolmen natural de gran tamaño).
  • San Miguel se festeja en Mayo, Septiembre y Octubre.
  • San Miguel cuida del ganado vacuno en Gárgano.
  • Gargan o Gargantúa se relaciona con el vino y los Carnavales.
  • Herensuge o Iraunsuge se relaciona con Sugoi y Sugaar, la serpiente macho paredro de la Gran Diosa Mari
  • El toro o buey protegido nos pone en relación con Mari y el inframundo.
  • San Miguel marca en el calendario las fechas destinadas a ferias del ganado antes y después de la vuelta de éste a los pastos comunales.

Santiago (25 de Marzo, 25 de Julio y 30 de Diciembre) y San Jorge (23 de Abril)

El 25 de Julio (Santiago) y el 26 (Santa Ana) son las fechas de ejecución de la Dantzari Dantza en Garai, pueblo perteneciente a la Merindad de Durango o Duranguesado (Durangoaldea). Unos días antes, sobre el 20 del mes, los dantzariak se han reunido para ensayar frente a las puertas del ayuntamiento (K. DE HERMODO), y los antiguos dantzariak discuten sobre los puntos y figuras a realizar. Durante la celebración de Santiago es tradicional trasladar su bulto en procesión hasta la ermita de Santa Ana, donde pasa la noche, y bailar, además de la Dantzari Dantza el Gernikako arbola Dantza, denominada así por la música que, siendo de origen desconocido, se ha hecho posteriormente tan famosa.

Julio CARO BAROJA nos pone sobre la pista del significado de la festividad al afirmar que es Santiago el Mayor el protector de los guerreros, si bien antes lo pudo ser San Miguel, de manera que encontramos lazos entre ambas fechas. Así pues, es muy probable que se haya deslizado una celebración hacia la otra, y que ambas contengan un simbolismo similar.

En La Leyenda Dorada, Santiago DE LA VORÄGINE también indica que tras predicar infructuosamente en tierras peninsulares el Apóstol se volvió a Judea, y que liberó de las cadenas demoníacas a su discípulo Fileto, apresado por las fuerzas del Mal enviadas por el mago Hermógenes, quien acabará abrazando la nueva religión. Sin embargo Abiatar, viendo el peligro que suponía la existencia del Apóstol frente a su religión pagana, lo manda decapitar, lo que nos pone en relación con las danzas de espadas y, más concretamente, con la figura del degollado tal y como aparece en "la rosa". La degollación ocurrió un 25 de Marzo, pero no fue hasta el 25 de Julio cuando su cuerpo fue trasladado a Compostela donde fue enterrado el 30 de Diciembre.

La inventiva popular afirma que, al morir San Yago, sus discípulos colocaron el cuerpo en una nave sin timón ni quién la gobernara, encallando en las costas de Galicia (Galiza). Sus seguidores piden audiencia y consiguen hablar con la Reina Loba (¿reminiscencias de algún tipo de poder matriarcal?). Antes, sin embargo, habían colocado el cadáver sobre una roca que toma la forma del Apóstol. La Reina aconseja a los emisarios ir a ver al Rey de las Españas, quien les detiene y encarcela, pero de cuya prisión logran huir. El rey manda en su persecución, más los soldados perecen al atravesar un puente que se derrumba a sus pies. El Rey, entonces, se convertirá al cristianismo, en la narración. La Reina, entonces, les encarga buscar unos bueyes, en realidad toros bravos, que pastan en el monte. Como en San Miguel son las reses quienes cobran especial relevancia. Mas, mientras se acercan al lugar indicado, les aparece un dragón, tal y como sucede en el caso de San Miguel. Los discípulos hacen la señal de la Cruz y el monstruo desaparece. Entonces los toros se vuelven mansos y, sin que nadie lo guíe se dirigen al palacio de Loba, parándose en su patio central, lo que la Reina interpreta como una indicación divina permitiendo la construcción del panteón en sus dependencias, convirtiéndose ella misma al cristianismo.

Posiblemente encontremos aquí raíces acerca del cambio de creencias de un Señor o Señora del paganismo al cristianismo. Llama la atención el hecho de que se trate de una mujer quien ostente el poder político, hecho poco común en toda Europa, pero que pudiera hacernos pensar no sólo en la posición simbólica ocupada por las señoras en el imaginario colectivo, sino incluso, como se afirmara durante el siglo XIX y ahora denostado, un poder efectivo de las mismas al nivel político y económico. Otras narraciones nos ponen en comunión con la liberación de prisioneros de diversa índole, que nos pueden recordar al caballo de Mari para traer al caballero de Bizkaia, la resurrección de los muertos, etcétera. Encontramos, pues, paralelismos simbólicos entre las figuras de San Miguel y de Santiago, lo mismo que con San Jorge, como tendremos ocasión de comprobar. Los tres son la encarnación del guerrero medieval, el ideal caballeresco que libera a las doncellas de las garras del Dragón o de la Bestia. Los tres interceden ante la Virgen a fin de lograr sanar al enfermo, de resucitar a los muertos, y los tres, por fin, tienen contacto con el lado más femenino de la religión cristiana. Tal hecho nos pone en comunión con las figuras de las Grandes Madres de la Naturaleza, con Mari, Amari, Maia, Amaia, Lamia, Lumia, Elilamia, Basandere, Xana, Anjana, Ayalgas, Anjanas, Mouras, Donas D´Aigua, Moricas, Encantadas y otros muchos nombres con que son conocidas a lo largo de todo el Norte peninsular. La misma morada de la reina Loba que aparece en el relato gallego sobre el Apóstol se encuentra edificada sobre otro más antiguo de San Jorge. Es como si los tres personajes hubieran superpuesto sus símbolos, de un Hermes o Mercurio, pasamos a San Miguel, Santiago y San Jorge, adquiriendo así caracteres cristianos los genios del paganismo.

Mª Mar LLINARES nos permite proponer una visión diferente a la hora de interpretar la figura del Santo Apóstol, ya que su estrecha relación con la mujer, encarnada por un lado en la reina Loba, por otro en la Moura con la que se identifica, y, en fin, con la Sierpe o Dragón en la que parece transformarse, hecho que coincide también con el resto del imaginario femenino tradicional donde las Xanas y las Encantadas, las Moricas y las Donas, o la propia Mari tienden a asociarse a la Bestia en que se convierten o que las vigila durante todo el año, salvo la noche de San Juan, dicha relación implicaría, según la investigadora, la realización del deseo del hombre de encontrar a la mujer sumisa, matar el "diablo" que lleva y reconocer su parte más tierna. Los cabellos dorados, su estancia en el antro, su coquetería sería lo que el labrador buscaría en la mujer de sus sueños. Esto nos llevaría a hablar más de la figura de Santiago, como también de la de San Miguel y San Jorge en clave de fertilidad, lo que también incide, creemos, en las ejecuciones de las danzas de espadas que, además, concluyen en danzas sociales mixtas con participación, por tanto, femenina. Jorge es el agricultor, antes que guerrero (de Geos: Tierra, y Orge: cultivar) mientras que a los templos de San Miguel acuden las parejas deseosas de tener descendencia.

Santa Ana (26 de Julio), La Virgen de las Nieves (5 de Agosto) y La Asunción de Nuestra Señora (15 de Agosto)

Santa Ana es la madre de la Virgen María y, por lo tanto, la abuela materna de Jesucristo en el santoral cristiano, dato interesante si tenemos en cuenta que en el judaísmo es la descendencia por línea materna la que indica el clan al que se pertenece. Es la madre la que siendo judía transmite tal característica a sus hijos. Y es interesante, también, si tenemos en cuenta las discusiones que se han dado respecto a si la cultura pirenaica contiene o no substratos de un antiguo matriarcado, tal y como se afirmara durante el siglo XIX (J. J. BACHOFEN, etcétera), o si se trata de mitologías matriarcalistas (Andrés ORTIZ-OSÉS). La importancia de la mujer en las decisiones que tienen por referente la casa, así como en los rituales asociados al nacimiento y muerte del individuo, en el cuidado de las tumbas y el mantenimiento del fuego sagrado dedicado a las ánimas de los difuntos ha perdurado hasta época muy reciente. No es de extrañar, pues, que el cristianismo, antes que por la propia figura del Cristo Redentor haya logrado imponerse en la cultura pirenaica occidental a partir del mito previo centrado en las Grandes Madres de la Naturaleza.

Dicen Jean CHEVALIER y Alain GHEERBRANDT en su Diccionario de los Símbolos que "en la tradición céltica la gran divinidad femenina, que es única en su principio, por oposición a las divinidades masculinas del panteón (es la Minerva del esquema teológico de César), posee los dos aspectos de virgen y madre". Más adelante afirman que la divinidad céltica ha poseído diferentes nombres, entre los que se cita el de Ana y Dana en Irlanda, y que se corresponden con la Diana clásica, y con la tríada Juno - Minerva - Palas. La influencia de la cultura celta en los Pirineos occidentales es tan evidente que solo nos resta afirmar que el paso para la introducción no traumática del cristianismo en éstas tierras estaba dado, e incluso han sobrevivido los rituales y creencias paganas a pesar de los intentos de aniquilarlas física y teóricamente por parte de la religión dominante. Muestra de ello son los ritos dedicados a Mari durante el siglo XV en Mundaka, los procesos de brujería y de herejía de tiempos posteriores, etcétera, llegando incluso a nuestros días.

Santiago DE LA VORAGINE describe a Santa Ana como "modelo de la esterilidad fecunda" y no es necesario insistir que la propia Virgen María tiene la capacidad de parir aún sin haber conocido contacto con varón alguno. Se trata del misterio último de la fertilidad, inexplicable desde un punto de vista lógico en el pensamiento tradicional, o al menos dejado a un lado en las discusiones públicas por tratarse del ámbito de lo privado. Santa Ana, cuya festividad se celebra el 26 de Julio, es la Madre de la Virgen María, o lo que es lo mismo, la Madre de las Madres. Si en las mitologías tradicionales el paso del tiempo ha venido a escenificarse con tres figuras femeninas que enhebran, tejen y cortan los hijos de nuestras vidas, también lo ha sido por una figura doble, femenina, madre e hija que comparten caracteres y, en ocasiones, nombre. Tal sería el caso de Mari en la mitología vasca que, siendo hija desobediente es también la madre y esposa. En Santa Ana, por lo tanto, queremos resaltar ese aspecto de fertilidad y de tiempo.

Julio y Agosto, los meses más angostos y secos del calendario festejan, curiosamente, a las Diosas de la fertilidad. Lo que parece contradictorio no puede deberse más que al deseo del inconsciente colectivo de remedar su propio futuro. Si cuando el Sol se encuentra en peligro por su lucha contra las tinieblas debemos potenciarle con advocaciones a San Miguel, el tiempo en que la cosecha puede perecer por angostura y falta de alimento debe fortalecerse mediante la intercesión de las Grandes Diosas de la Naturaleza. Aquí hemos de encuadrar tales celebraciones. Más, además, durante la Asunción de la Virgen se celebra su ascenso, propiciado desde lo alto, a los cielos. Este hecho quizás pudiera hacernos pensar en algún tipo de danza extática, en alguna iniciación mística o chamánica. Sin embargo creemos que no se trata de algo así. Es, simplemente, la asunción o ascensión del alma del iniciando a un nivel superior, del cual deberá volver, de ahí que se represente la muerte y resurrección simbólica de un danzante.

Las Fechas Móviles: Semana Santa y Carnaval

Uno de los problemas que ha aparecido a la hora de establecer el calendario festivo ha consistido en adecuar la medida del tiempo solar y la lunar. El año solar consta de algo mas de 365 días, que es el tiempo que el astro necesita para volver a su posición inicial, o, en parámetros actuales, la Tierra ocupa nuevamente el lugar de origen. En su trayecto, la Tierra ha ido adquiriendo diferentes inclinaciones respecto al astro diurno, y, a la vez, ha ido acercándose y alejándose de su posición relativa dando lugar a las estaciones, a los solsticios y a los equinoccios. Estos últimos han tenido gran importancia en las culturas tradicionales, pues servían para establecer el tiempo en que el ganado debía subir o bajar de los montes, o precisar el tipo de trabajo agrícola a realizar, dando lugar a grandes festejos y celebraciones asociados, sobre todo, a la actividad del Sol.

Por otro lado, también la Luna ha servido para delimitar los trabajos. En el calendario católico cobra especial relevancia la primera luna llena de Primavera, pues a partir de ella se establece el tiempo de cuaresma, la Semana Santa o celebración de la Pasión de Jesucristo y, por lo tanto, el tiempo de Carnaval. Pero el ciclo lunar no coincide con el solar, ya que sólo necesita de algo más de 28 días para completar su recorrido. Esto implica que la primera luna llena de Primavera, o sea, posterior al equinoccio, pueda acaecer entre el 22 de Marzo y 27 días más, de manera que existe movilidad a la hora de fijar el evento, con lo que se habla de fechas móviles en el calendario.

La Semana Santa representa la Pasión del Hijo de Dios. Es el momento en que se realizan procesiones y penitencias posiblemente vinculadas a rituales agrarios paganos asociados a la vid y el vino. En Bizkaia encontramos las más conocidas en Ibarrangelua, con procesión de soldados romanos, Balmaseda, con Via Crucis, y Lekeitio.

Cuarenta días antes, allá por Febrero o Marzo, se han celebrado los Carnavales, festividad eminentemente pagana a la que los diferentes autores que los han estudiado han dado otras tantas significaciones. Hay quien quiere ver en el propio término "Carnaval" reminiscencias del "Carrus Navalis" o barco que arrastraban por el desierto egipcio en tales fechas posiblemente como muestra de la inversión de los valores que se da en éste periodo. Otros, sin embargo, han preferido "Carne Velare" o "Carnes Tollendas" pues es a partir de aquí cuando tradicionalmente se prohibe comer carne. En el País Vasco se han venido utilizando igualmente dos términos para designarlos: ihauteri o iñauteri, y aratuzte o aratuste, siendo el segúndo el que mejor se acomoda a la prohibición.

Es el Carnaval, las Carnestolendas, tiempo de inversión, cuando el mundo se estructura al revés, tiempo de bailar el caos, de hombres vestidos de mujer, de grandes comidas, de borrachera colectiva y de preparación para la Cuaresma; es tiempo, pues, de bromas y de desenfreno sexual. Todo ello tiene una explicación, ya que, por un lado, los hijos nacidos del Carnaval, a parte de la significación mística que se les quiera dar, van a ver la luz a finales del año, lo que no ha impedido a la mujer participar en las labores agrícolas, y sí recuperarse durante la estación para volver a trabajar el nuevo año. Por otro lado, los productos cárnicos de la matanza de San Martín han de ser consumidos en éstas fechas, pues de lo contrario se pudrirían y darían lugar a enfermedades y epidemias. Así pues, todo lo guardado hasta el momento debe comerse, lo que conlleva grandes comilonas acompañadas de los caldos de la tierra.

Pero el Carnaval marca también el hito simbólico de la muerte del invierno, y no es de extrañar que entre los personajes principales de las mascaradas y bufonadas aparezcan seres vinculados a tal hecho, tal y como interpreta la figura del oso Claude GAIGNEBET, puesto que es su aparición la que marca el fin del sueño invernal. Otra personalidad que se repite en tales festividades es aquella asociada al color negro, ya por vestir ropas de tal tono, como en las Mascaradas de Zuberoa, o por llevar tiznada la cara o pretender manchar a las mozas, como podemos ver, en Bizkaia, en Markina, donde en la danza del odre quien lo porta, haciéndose el borracho, lleva el rostro ennegrecido. Es la noche, el invierno apartado de la actividad agrícola y, por lo tanto, arrojado fuera del grupo por vago, puesto que no posibilita el trabajo; es quien persigue a las mozas, en clara referencia a la fertilidad.

Es preciso, por tanto, que Don Carnal muera, que el tiempo de tinieblas desaparezca para dar lugar a la luz y al trabajo. Es el tiempo de juicios sumarísimos al maligno, de la quema del Judas, o del Markitos, de Miel Otxin, de Pitxu y de otros tantos que toman diferentes nombres en las más variadas escenificaciones. Es, en definitiva, la lucha del Bien contra el Mal, de la Luz frente a las Tinieblas, del Día sobre la Noche. Y es también el comienzo del periodo festivo social, cuando empezamos a ver juegos y danzas juego de habilidad con cucañas, etcétera.

Conclusiones

El calendario festivo tiene algo que decirnos acerca de las actividades o labores realizadas por una comunidad, sus días de fiesta nos muestran las advocaciones, las creencias, el mundo mágico y religioso en que se ve inmerso, sus personajes principales encarnan los defectos y virtudes, así como los deseos del pueblo. No puede tratarse, pues, ninguna danza como algo fuera de su propio contexto histórico y cultural, de manera que lo que en un tiempo ha podido servir para canalizar unas frustraciones o unos logros, en otra diferente ha sido utilizada con otros fines, como nos recuerda Mircea ELIADE en El Mito del Eterno Retorno.