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Mitología: los genios masculinos y femeninos en el subconsciente histórico de Vasconia

  • Pablo A. Martín Bosch. "ARITZ".
  • 15 de octubre de 2001

Vamos a entender por Mitología Vasca el conjunto de Mitos, Leyendas, Cuentos, Dichos, Refranes y otro tipo de narraciones escritas u orales referentes al Mundo simbólico o fantástico de la población que ocupaba, aún en los principios del siglo XIX, el área lingüística vasca, según el mapa creado por Luis Lucien BONAPARTE, es decir, las provincias y departamentos administrativos, y actualmente también las Comunidades Autónomas y Forales de Euskadi, Nafarroa y Pirineos Occidentales, en sus provincias de Lapurdi, Behe Nafarroa y Zuberoa.

Ha de indicarse, punto seguido, que no puede separarse de un modo preciso tal cultura de las otras adyacentes, con las que conforma un todo simbólico, tal y como tendremos ocasión de comprobar.

La lengua vasca, si bien ha servido de vínculo ancestral entre ciertas poblaciones, no ha sido óbice para su hermanamiento simbólico con otras regiones con las que comparte lazos económicos, simbólicos, de parentesco, y de cualquier otra índole allende sus fronteras lingüísticas. Esto implica el no poder hablar de una Cultura Vasca en sentido Esencialista, aunque sí de un tipo de creencias y relaciones sociales propias de una región determinada, centrada en nuestro caso en las siete provincias vascófonas.

Somos conscientes de la amplitud de miras que esto supone, y de la poca rigurosidad que acompaña al análisis. Sin embargo, y en nuestro descargo, comprobamos la similitud existente entre cuentos y leyendas, mitos y ritos realizados en torno a hitos simbólicos específicos. Es por ello que hemos optado por agrupar todo el mundo mágico o simbólico, irracional a fin de cuentas, bajo el epígrafe de "Mitología" y, de igual manera, al tratarse de las provincias o regiones en las que, al menos hasta principios del siglo XIX, como recoge Luis Lucien BONAPARTE, se seguía utilizando el vascuence (euskara), hemos optado por definir éste acercamiento a la cultura oral como "Mitología Vasca".

Las divinidades: El Panteón Pirenáico

Existe en primer lugar, por su posición central y unificador de mitos y creencias que se desarrollan a su alrededor, un numen femenino que, (aunque ha adquirido diferentes denominaciones en función de sus apariciones o lugares de culto, e incluso ha sido identificado con personajes históricos de diversa índole) a partir de aquí vamos a denominar Mari, si bien toma nombres como Amari, Amaia, Maia, Anbotoko Damea, Mariurrika, Sorgiña, y otros muchos.

Se trata, en todos los casos, de una mujer que posee ciertas características que la diferencian de los mortales, como es el hecho de poder transformarse en cualquier cosa o animal, el mostrar ciertos caracteres animales, poseer el don de la adivinación y de la magia, y, sobre todo, la imposibilidad manifiesta de confraternizar con la religión occidental dominante, con el cristianismo. Nos enfrentamos, así, a un ser y a un modo de ser previo al advenimiento de dicha religión.

Bien es verdad que el nombre de Mari parece derivar del de la Virgen María, en su versión vasca, algo que es habitual, y que como tal ha de ser asumido al dar nuevas denominaciones a las divinidades.
Por otro lado, su demonización en tanto que Sorgiña o Bruja puede explicarse al entender que se trata de un conjunto de creencias y prácticas paganas, y por lo tanto no cristianas.

Por último, el confundir la existencia de personajes históricos con los legendarios, y de ahí con los mitológicos, tampoco escapa a la lógica simbólica, de manera que podemos pasarlo por alto, ya que un estudio pormenorizado acerca del por qué fue uno y no otro el ser asumido como equivalente nos llevaría demasiado lejos para nuestro propósito, que no es otro que el ofrecer una visión global del hecho.

El caso es que la preponderancia de la figura femenina en el conjunto fantástico vasco, y sobre todo como oposición a las prácticas jurídicas y mitológicas de su entorno, ha dado lugar, primeramente, a la formulación de la hipótesis de la existencia de un matriarcado, es decir, de un sistema político y social dominado por las mujeres, donde son éstas las que controlan tanto el régimen político, como las relaciones sociales y de parentesco. Tal fue el punto de vista que, partiendo de J. J. BACHOFEN y desarrollado por F. ENGELS y otros autores de la escuela marxista y evolucionista, concluye, pensamos, con J. G. FRAZER. Es, en definitiva, el resultado de las premisas del siglo XIX.

Durante la primera mitad del siglo XX, el enorme esfuerzo de J. M. BARANDIARAN y otros antropólogos permite describir la situación de una población que estaba en franco retroceso. La Revolución Industrial había implicado la adquisición de mano de obra ajena al territorio, y, con ello, la lengua, las costumbres, los rituales, las danzas, y también las creencias ancestrales, se ven sacudidas, asumiendo situaciones nuevas e incidiendo en las por venir.

En el final del siglo XX y comienzos del XXI se desarrolla en Europa una nueva visión del simbolismo que incide directamente en la interpretación de las creencias fantásticas de las diversas poblaciones. La Hermenéutica llega al País Vasco. Andrés Ortíz-Osés optará por suavizar los presupuestos anteriores hablando de "Matriarcalismo", en lugar de "Matriarcado", queriendo significar la preponderancia simbólica, y no económica, de la mujer en el imaginario vasco. A partir de entonces se establece un debate, en parte ficticio, entre quienes defienden la posición (simbólica) de la mujer, y quienes identifican tal posición con un dominio económico o social.

Como vía intermedia, y a indicación del propio Andrés Ortíz-Osés, hemos optado por definir la Mitología Vasca como "Matriarcal-Naturalista", en el sentido de que se trata de un pensamiento centrado en la Gran Madre Naturaleza (Mari) que engloba todo ser natural y puede, por ende, transformarse en cualquier ser.

El hecho de que varias figuras femeninas de idénticas características sean veneradas en diferentes lugares ha sido, posiblemente, la causa de que se trate a todas ellas como idénticas, o, al menos, de idéntico valor. De ahí que se las denomine como "Ahizpak" o "Hermanas", de manera que ninguna de ellas se pueda sobreponer a las otras.

La familia de Mari

Mari, o sus diversas denominaciones, encuentran un paredro o varón con quien se juntan, dando lugar, según se dice, a las tormentas, tan frecuentes en estas tierras. Tal Pareja masculina toma el nombre de Maju, Sugaar y Sogoi, aunque a veces el mismo aparece como hijo de la Gran Madre, de manera que es Marido e Hijo de la misma, hecho que no ha de sorprendernos, puesto que la mitología griega clásica, entre otras, muestra casos similares.

La figura de Sugoi, lo mismo que la de Sugaar, se encarna en la culebra macho que habita el subsuelo y posee los poderes ocultos de la magia. En las narraciones suele adquirir también la forma humana que, tras haber sufrido algún percance con los humanos, como en el caso de Dima y la cueva de Baltzola, quiere tomar venganza de quien le arrojó una piedra, regalándole un gerriko (faja o cinturón) que, por diferentes motivos, enrolla alrededor de un árbol que, instantáneamente, se ve envuelto en llamas. Se trata, así, del Hijo rebelde, del genio mágico que posee poderes inmortales, poderes de destrucción y ligadores, como los lazos de otras mitologías.

Mari, por otra parte, simboliza el paso del tiempo y es, por tanto, abuela, madre e hija, tal y como suele aparecer en las leyendas vascas: reina ancestral, esposa de un noble señor, como en el caso de Jaun Zuria a quien se venera como primera figura en el linaje de Bizkaia, y madre, entre otras de sí misma bajo el nombre de Mari, de manera que la Diosa es al tiempo Madre e Hija, tal y como pudiera suceder con las Erinias o las Parcas griegas que, siendo semejantes, encarnan las tres edades del ser humano. Mari, así, envía a su hija a buscar el rebaño, pero ésta se niega a obedecer los mandatos de la madre quién, entonces, la maldice en muestra clara de la obediencia debida a los progenitores (en este caso a la madre), so pena de tener que abandonar el caserío. Mari (madre) envía a Mari (hija) al submundo, lo mismo que sucede con ciertas divinidades femeninas griegas de la fertilidad secuestradas por los Reyes del inframundo.

Pero Mari, además, aparece vinculada a sus dos hijos varones, Atarrabi y Mikelats, uno de carácter bondadoso y opuesto al segundo. Nuevamente encontramos nominaciones diferentes para tales genios, e incluso asociaciones a personajes históricos de diversa índole, así, por ejemplo, en lugar de Atarrabi encontramos a Hondarrabi, Hondarribio o Axular, el cura literato de Sara. Se trata de la leyenda en que el hijo bueno (sacerdote, en su caso) que tras aprender en la escuela del diablo, logra burlarle e incluso vencerle con sus artes mágicas al conjurar la tormenta que se avecina. Tales narraciones son más propias de la zona de Gipuzkoa y Nafarroa que de la de Bizkaia, aunque no podemos desechar de antemano que no sucediera de igual modo en esta región.

Otros personajes vinculados a Mari

Si bien es cierto que Mari funge de Diosa Madre Naturaleza bajo diversas denominaciones a lo largo de toda la cultura del Pirineo Occidental, en el País Vasco, no lo es menos que encarna también a la Reina del Mundo Subterráneo, cuyos númenes quedan a Ella sometidos. Quizás, entre éstos, sean las Lamiñak quienes mayor proximidad presentan. Al igual que la anterior varían en sus denominaciones en función del lugar en que son conocidos, y, por lo tanto, muestran características diferentes en cada comarca. Vamos a englobar en un primer grupo a las Lamiñak (Maide en caso de ser de género masculino, en el Norte Pirenáico), Latsari (las Lavanderas propias también de otras regiones cercanas), Mairi, Amilamia y Elilamia, que también muestran similitudes con otras figuras, como son las gigantas, Basandere, etcétera.

Se trata, en todo caso, de personajes femeninos intermedios entre el Mundo Mortal y el Inmortal. Así, sus apariciones se realizan generalmente al amanecer o al anochecer, si bien más tardíamente, al estigmatizarlas, se las ha identificado con la noche y las prácticas de Lo Oscuro. La Lamia se ha visto transformada en súcubo, en diablesa.

En una primera versión, aunque no necesariamente siguiendo el orden cronológico, la Lamia podría equipararse a las Ninfas de la Naturaleza. Viven en el subsuelo, donde guardan tesoros y ríos de leche y miel, se transforman, lo mismo que su Reina en diferentes animales, entre los que destacamos los insectos, peces, carneros, gatos, perros, caballos, etcétera, y pueden tanto ayudar cuanto perjudicar a los humanos en virtud de las acciones que éstos tengan con ellas. Suelen aparecer en la costa al modo como lo hicieran las Sirenas de otras regiones, con las extremidades inferiores en forma de pez, y en el interior, con pezuñas de cabra, patas de ganso, y otras características que indican que se trata de seres ambivalentes, mitad mujer y mitad animal. Mª DEL MAR LLINARES, a la hora de acercarse a las Mouras, semejantes a las que aquí tratamos, pero en Galiza, interpreta que es el deseo del campesino de "dominar" la feminidad "desbocada" o "salvaje" de la adolescente que va a contraer matrimonio. De hecho, las Lamiñak, lo mismo que Mari, utilizan dos instrumentos muy significativos desde el punto de vista simbólico: el Peine de Oro con el que pasan en tiempo desenroscando sus cabellos, y el Espejo en que se observan. Ambos objetos, asumidos como el intento de agradar al varón por parte de la autora citada en el caso gallego, se tornan en arado sobre su propia piel, y por lo tanto, símbolo de la fertilidad y de la Vida, y en fijación y Muerte en la versión que ofrece Andrés Ortíz-Oses. La Lamiña, lo mismo que su Reina Mari, funge de Diosa de la Vida y de la Muerte.

Julio CARO BAROJA, por su parte, prefiere investigar el origen del nombre, que retrotrae a la Reina Lamia de Libia, acusada de ceguera ante los atropellos cometidos contra su pueblo, y de Vampirismo, al desangrar a base de impuestos a sus conciudadanos. De allí, por influencia romana, habría pasado el mito a la península y habría encontrado asiento en tierras vascas. Lo cierto es que Lamia o Lamiñak aparecen también en estas tierras vinculadas a tales actividades.

Sorgiñak

El nombre de Sorgiña, dice Rafael CASTELLANO, deriva de los vocablos "Sorte" y "Egin" viniendo a significar la persona que hace o echa las suertes, de manera que viene a ocupar el lugar de las adivinadoras. Hemos de diferenciar, en nuestro caso, varias acepciones del término "Sorgiña". En primer lugar, Sorgiña es un ser mitológico, equiparable a las Lamiñak y a otros númenes. En su faceta más negativa, vampiresas y secuestradoras de infantes, más, en su lado positivo, se les atribuye la construcción de puentes y castillos legendarios.

En segundo lugar, las Sorgiñak, y sus compañeros, los Aztiak, son personajes reales, que según la creencia popular, poseen poderes sobrenaturales y pueden estar incluso en contacto con el Diablo. Varias han sido las razones que han esgrimido los investigadores a la hora de dar explicación al fenómeno de la brujería en el País Vasco y, en general, el Pirineo.

En primer lugar, reminiscencias de una religión ancestral de carácter naturalista, invocadoras de las fuerzas telúricas en cuanto cargadas de potencialidades oscuras, habría encontrado la oposición de la Iglesia oficial, cuyos ritos solares y figura paterna fundamental relegaban al ostracismo a las Grandes Madres, diosas de la fecundidad. Es a tal momento, creemos, al que se refiere Estrabón al hablar de las fiestas nocturnas, y es, así mismo, una de las causas, aunque no la única para dar comienzo a los procesos inquisitoriales del siglo XIV al XVII. Las personas que físicamente tomaban parte de rituales ajenos a los ordenados por las autoridades eclesiásticas (tanto de origen pagano cuanto judío) se verán perseguidas por su trato con el maligno.

En segundo lugar, el hecho de que fuera principalmente la mujer la entendida en ungüentos y medicinas populares, al tiempo que el hombre se especializaba en componer huesos rotos, en una sociedad rural en que los médicos procuraban no mezclarse con las gentes humildes de las que no podían extraer beneficio, parece ser otra de las causas por las que medicina oficial, y los barberos a su servicio, y prácticas curanderas van a enfrentarse, venciendo los primeros.

Una tercera razón que confluye a la hora de acercarnos al fenómeno de la brujería consiste en la acusación de posesión demoníaca por parte de personas que, hoy en día tendrían suficiente, posiblemente, con una corta estancia en un hospital psiquiátrico, o incluso sin tal requisito. El hecho es que tras la acusación, la persona encausada debía prestar testimonio ante el Tribunal, dejando por tanto sus obligaciones, de manera que, tras pasar un tiempo, las tierras podían pasar a subasta pública.

Existe aún una cuarta razón, también de carácter religioso, para poner en marcha los tribunales de la Santa Inquisición, y es la persecución de las herejías (los Cátaros de Durango, por ejemplo) y del protestantismo que va penetrando en la Península a través del Pirineo, favorecidos, en parte, por el mismo reyno de Nafarroa, así mismo protestante.

Por último, el afán de conquista de los reinos limítrofes implicaba la anexión de la Montaña aún bajo el uso de las armas y de estratagemas diplomáticas. Las acusaciones de brujería de la zona de los Pirineos parece responder así a una serie de cuestiones que desde la oficialidad político-religiosa necesitaba de una rápida acción de escarmiento.

En cuanto al simbolismo, a medida que las creencias ancestrales se identifican más y más con el poder de Satán, y éste como inversión de los valores morales (y también simbólico) de la oficialidad, los seres numénicos femeninos abandonan su ambivalencia, sus apariciones al amanecer o al oscurecer, su actitud jovial, sus juegos amorosos, sus actividades lúdicas, engalanarse y autocomplacerse, para quedar clasificados como íncubos y súcubos, diablos y brujas, de actitudes lujuriosas y danzas desvergonzadas, que realizan durante la noche a fin de que nadie que no sea del totem pueda observarles, sellando pactos con Belcebú encarnado en el macho cabrío y cuidando sapos y otras alimañas. Será cuando el camino para las misas negras, recitadas en latín desde el final al principio, quede allanado, camino que, por cierto, sólo podría recorrer quien conociera el ritual completo de la misa, y el latín suficiente para recitar el proceso en sentido inverso al original. No es de extrañar que algún sacerdote cayera durante los procesos.

Antes de continuar con los genios de la mitología vasca quisiéramos indicar que estas hadas femeninas (Mari, Lamiñak, Sorgiñak...) encuentran sus congéneres a lo largo de toda la cornisa cantábrica y, atravesando las cumbres del Pirineo, llegan hasta el Mediterráneo, aunque con diferentes denominaciones, así, las mouras y meigas de Galiza, la reina Xana (semejante a Mari), las Xanas, Ayalgas y Atalayas de Asturies, las Anjanas de Cantabria, las Moricas de Aragón, o las Donas D´Aigua de Calanunya, amén de las hadas, encantadas, moras, señoritas, señoras y otras tantas que van extendiéndose por todo el territorio.

Gigantes de leyenda

Posiblemente el Gigante mitológico deba su origen a la figura antropomórfica de la montaña y del cielo. Encontramos, por un lado, gigantes o seres de fuerza descumunal a quienes se otorga el hecho de haber creado construcciones, naturales o artificiales, de enormes dimensiones, como precipicios, pasos de montaña, dólmenes, menhires, y otras por el estilo, y que han tomado su nombre de quienes, pretendídamente, los forjaron, siendo a su vez, bien personajes históricos, como el caso de Roldán (Errolan), o bien bíblicos, como Sansón.

Existe otro tipo de gigante, más primitivo, cuyo cuerpo aparece cubierto totalmente de vello (como si de los bosques se tratara), habita las selvas, y en ocasiones surge con un solo pie de planta circular, en otras con un solo ojo en el centro de la frente (¿el Sol en el fimamento?), en otras con varias hileras de dientes (indicando posiblemente el peligro que corre quien se extravía en sus dominios, es decir, en él). Suele comerse rebaños enteros, si bien en otras narraciones es él quien sale trasquilado por el héroe civilizador. Es el genio que bajo el nombre de Jentil, Basajaun y su señora Basandere, Tartalo (como el de la mitología griega), Torto, Alarabi, Antxo, etcétera, encontramos a lo largo de la cultura vasca, extendiéndose más allá con nombres como Ojáncano y Ojáncana en Cantabria, y otros muchos.

Hemos de indicar al respecto que también en el País Vasco, según recoge J. M. BARANDIARAN, existe el genio Ujanko, que, al igual que los anteriores, es de grandes dimensiones exhibiendo como característica propia el poseer 365 ojos, de manera que cada día que termina va cerrando uno, hasta concluir el año, en que vuelve a abrirlos. La similitud de Ujanko, con Juanico, Ojáncano y Juan (San Juan: festividad solsticial) son evidentes. Frente al gigante tontorrón pero que domina el arte de la agricultura, de la sierra, de la construcción y otras más, el héroe civilizador, por lo general un ser anónimo o encarnado en un hombrecillo diminuto, logra robar los secretos más esenciales para el desarrollo de la cultura (Martin Txiki).

El dragón

El Dragón es uno de los seres fantásticos más interesantes de la Mitología Vasca, en tanto que gigantesca Sierpe se asocia a Sugoi y a Sugaar, al hijo y al hijo amante de Mari, la Gran Diosa de la Naturaleza; pero su propia naturaleza cambiante por la muda de piel, su asociación al inframundo poblado sobre todo por las Lamiñak femeninas, sus ondulaciones, el número de cabezas que posee (siete), idéntico al mágico (tras entrar siete medidas el rayo en tierra, se convierte en oro, según creencia popular, por ejemplo), o, tomando en consideración leyendas e investigaciones del entorno cultural (de Galiza a Catalunya), el Dragón aparece también custodiando a la mujer sumisa, siendo la encarnación de su propia agresividad, como indicara Mª Mar LLINARES acerca del caso galego. El hombre debe aprender a dominar a la bestia (con perdón) para que ésta se transforme en mujer, tal es la conclusión a la que nos lleva la autora. Dicho de otro modo: el Dragón es Sierpe, pero lo es tanto varón cuanto hembra. En ambos casos (si varón por representar al enemigo; si hembra por no ser la adecuada) debe ser muerta, aunque no del todo, ya que ha de permitir la transformación en princesa o mujer ideal. Existe, cierto es, la posibilidad de criar la serpiente, como al cuervo, desagradecida, lo que también encontramos en nuestro legendario, o la desdicha de no encontrarla, con lo que ella decidirá ir a los Mares Bermejos, al Más Allá.

Si bien el Psicoanálisis favorece la interpretación anterior del dragón en tanto que sexualidad agresiva asociada a la mujer no sumisa, no podemos obviar otras muchas posibilidades entre las que destacamos el hecho de que en su figura, siguiendo pautas más funcionalistas, se amalgama el ser un ente que habita las cuevas (subsuelo), devora personas y animales (suelo) y culmina su desarrollo volando hacia los mares bermejos, representando así los tres niveles de realidad, el axis mundi (M. ELIADE), y, por último, posee escamas (agua), habita cuevas (tierra), escupe fuego (fuego) y vuela (aire) con lo que los cuatro elementos primordiales quedan a él asociados. La muerte del dragón puede representar, pues, el fin del Caos y el resurgir de una nueva situación. Quizás sea en este segundo sentido, más que en el anterior, en el que se ha interpretado tradicionalmente el duelo entre las fuerzas del Bien (San Miguel o Samiel, el herrero Patxi, héroe civilizador, el pueblo, etc.) sobre el Mal (Etsai y Herensuge como Dragón con partes femeninas), lo que ha dado lugar, a su vez, a reinterpretar la danza de Xemeingo Ezpata Dantza, celebrada además en honor a San Miguel, con tal apologética.

Los animales domésticos

Mari, en tanto que Diosa de todas las cosas, de todos los seres, de todos los animales, puede transformarse, teóricamente en cualquiera de ellos, sin embargo, las leyendas, dejando a un lado fábulas de otra índole, parecen preferir unos cuantos asociados a tal divinidad o a sus congéneres.

Del burro se afirma que es sagrado en algunas regiones por ser la cabalgadura de Nuestro Señor Jesucristo. Pero Mari, en sus diferentes manifestaciones, aparece montada o junto al macho cabrío (Aker, Akerbeltz) en los portales de las cuevas peinándose con peine de oro, también como ganado de diferentes edades y condiciones (Aatxe, Beigorri, Txaalgorri, Txekorgorri, o Zezengorri, Zaldi) e, incluso como perro (Zakur); las brujas, por su parte, suelen optar por los gatos (katu) y por los insectos, con lo que entramos en comunión con los denominados "familiares".

Los familiares

Se trata de aquellos seres fantásticos que habitan los hogares, comunes en toda Europa y que en el País Vasco toman los nombres de Gorri Txiki o "Pequeño Rojillo", Mamur, Mozorro, Pattuek y Prakagorriak (El de los Calzones Rojos). Su función es la de ayudar a los habitantes del hogar, si bien en ocasiones se vuelven insoportables y ha de ordenárseles que ejecuten una orden imposible o ilógica para deshacerse de ellos. Por lo general, la fecha idónea para apoderarse de los mismos es la noche de San Juan, poniendo una sábana en un descampado de manera que todo insecto que quede dentro será considerado como geniecillo y será cuidado como tal.

Las fuerzas de la naturaleza

La Diosa Naturaleza muestra su poder también en los fenómenos como son la propia Tierra (Lur, Lurbira), que no tiene principio ni fin, y sus hijas (femeninas ambas) la Luna (Ilazki) y el día o el Sol (Egu, Eguzki). A la primera le corresponde el mundo oscuro mediante el poder de Gaueko (El de la Noche), que actúa sobre quien se adentra en sus dominios sin permiso, y Gauargi, o luz fátua.
En el segundo caso se sitúa Ortzi (Urcia) el firmaento. Alrededor de ambos se establece todo un conjunto de genios, antropomorfos unos y sin forma precisa otros como son la nube (Odei), el mal viento (Aidegaixto), la niebla (Lañaide), las enfermedades (Inguma, etcétera), el silbido del viento (Mateo Txistu...), las tormentas marinas (Traganarru) o de interior, etcétera.

La casa

Por último, la Casa encuentra su ser en los antepasados, en Etxajaun (Señor de la Casa) en Su (fuego) a quien, como en época romana, se ofrecen viandas durante la noche para que la proteja.

Bibliografía

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