Ezpata-dantza
  Jorrai-dantza
  Soka-dantza
  Zortzikoak
Brokel-dantza
Boastitzea
Agurra
Makila txikiena
Brokel-makilena
Makila handiena
Belauntxingoa
Uztai txikiena
Uztai handiena
Zinta-dantza
Doinu zaharrak
Ormatxulo
Txakolin
Punta motz
Ehun eta bikoa

Bullet1 Ignoramos desde cuándo se baila la ezpatadantza en Gipuzkoa. Los investigadores han descubierto documentos relativos a ezpatadantzas ejecutadas en diferentes localidades gipuzkoanas desde el siglo XVII. Así, en el siglo XVII  están documentadas las ezpatadantzas de Tolosa, Legazpia, Donostia, Segura y Zumarraga. En el Diccionario Histórico-Geográfico del País Vasco se explica lo siguiente acerca de las danzas que se bailaban en Gipuzkoa:

"Además de este bayle comun hay otros, como la danza de espadas en los dias del Córpus y de los santos patronos de los pueblos. El año de 1660 en que Felipe IV asistió á la procesion del Córpus que se hizo en San Sebastian, bayláron esta danza de espadas 100 hombres; y aún se conserva un dístico vascongado en que se expresa este género de danza, y dice así:
Carlos quintoren baratzan
Aquerrak espata dantzan."
Bullet1 Manuel de Larramendi y Juan Ignacio Iztueta nos han dejado dos espléndidas descripciones  de la ezpatadantza. En la obra de Manuel de Larramendi titulada Corografía de Guipúzcoa y publicada en 1754, el polígrafo guipuzcoano escribe lo siguiente acerca de esta danza:

"La espatadanza, o danza de espadas, no creo que se practique en parte alguna. En Castilla debió de usarse en algún tiempo, porque Cervantes hace mención de ella, y el ingenioso Don Quijote en la bodas de Camacho, entre otras diversiones, vió una danza de espadas, y según las señas que allí tiene es la misma que aun dura en Guipúzcoa, aunque se haya olvidado en Castilla. Entran en la danza veinte, o treinta, o sesenta hombres, con espadas largas y desnudas, o desenvainadas, y para no herirse, resguardadas las puntas o abotoisadas, con estopa; bien vestidos, con buena calza, medias y zapatos, y lo demás en camisola muy blanca, y gorros blancos en la cabeza. Van en cuatro líneas, que se alargan mucho por el espacio que ocupan las espadas de unos, de que se asen los otros. El que guía y ha de gobernar por sus puntas, dos a la izquierda y dos a la derecha, correspondientes a las cuatro líneas que le siguen. Los cuatro últimos van con sus espadas lucientes y libres, y las toman con unos lienzos muy blancos en la empuñadura y cazoleta, porque son los que han de mostrar su aguante y destreza en manejarlas, cada cual en su turno. Todos van danzando al compás del son que se les toca, y es determinado para esa danza, aunque también se les tocan algunos otros. Cuando han de volver a desandar lo andado, por ejemplo, en una calle, no vuelven tomando alguna vuelta; y entonces es de ver el enredo de las espadas, el puente o bóveda que van formando los que dan de un lado y del otro van siguiendo sus líneas por debajo del puente que, sin soltar sus espadas, van formando los delanteros, hasta que, pasando todos, queda la danza en el mismo orden y líneas que antes. Esta mudanza se hace con la señal que da el que guía la danza, y es levantar las cuatro puntas que lleva en las manos, dos en cada una, y luego que empiezan a hacer el puente los primeros de cada lado va andando hacia atrás y mirando el orden con que se practica la mudanza.


Esta unas veces es total de las cuatro líneas y otras parcial de una sola, que con el enredo y bóveda que se ha explicado sube hasta el altar, o persona, o paraje, a quien se quiere festejar. Allí el último, separado de los demás con un compañero, cuya espada por su punta mantiene con la mano izquierda, y con la derecha levantara su espada en lo alto, danza de solos pies al compás del son que tocan. Luego al son más apresurado empieza a jugar la espada sin cesar el movimiento de los pies, y la juega siguiendo el compás al son, ya girándola a la derecha y a la izquierda, y tajos por lo bajo atravesados hacia su compañero, y volviéndose al auditorio sobre la espada del otro, y doblándola allí con los mismo movimientos, y tan vivos y prontos, que apenas se deja ver la espada. Lo mismo ejecutan por su orden los otros tres últimos; pero algunos de ellos, más esforzados y diestros, toman dos espadas en ambas manos, y despues del preámbulo de los pies, juegan de ambas espadas, primero de la derecha, después de la izquierda, y en fin de ambas, ya en derechura, ya cruzándolas, sin encontrarse una con otra y siguiendo siempre el compás del son que se les toca."
Bullet1 También Juan Ignacio Iztueta prestó especial atención a la ezpatadantza en su obra de 1824   Gipuzkoako dantza gogoangarrien kondaira edo historia, donde afirma que la ezpatadantza se bailaba con ocasión de las visitas de los monarcas, en la procesión del Corpus Cristi y durante las festividades locales. Según cuenta Iztueta, cada dantzari guardaba en su casa una espada:
"Orain 30 urte ingururaño, legezko usario zuten Gipuzkoan bizi oi ziraden gizon ezkondu guziak, ezpata luze anziña anziñako bana zuzenkiro gordaikatzea, eta nor berarekin Gorpuz goizean erriko etxera aurkeztutzea."
Bullet1 No obstante, Iztueta señala repetidamente que la costumbre de bailar la ezpatadantza estaba perdiéndose y que en su época ya sólo se bailaba durante la festividad del Corpus Christi.
"Donostiako Uri leñargitiak Gorpuz egun guzietan egiten ditu ezpata dantzari ondrosoak; baita Andoaindarrak ere. Baña gañerako erririk geienetan ez dirade oroitzen izenaz ere, alik eta Erregeak eta oen hurrengo persona goienengoak, orube maitagarri onetan igaro bear dutenean, gure ama gozatsu Gipuzkoak, dantza gogoangarri onekin berak menekiatu edo obsekiatzeko agintzen dien artean. Eta orduan, bide aundian daudenetakoak or oi dabiltza guziz arazo aundietan, azka ta puzka, ezin biribillaturik, ez ezpata luze anziñako aietako bat, eta ez ezpata dantza zer dan dakienik."

Bullet1 Consciente de esa pérdida, el maestro zaldibitarra incluye en su libro detalladas instrucciones para ejecutar correctamente la ezpatadantza. En 1828, es decir, cuatro años después de la publicación de la obra de Iztueta, Fernando VII atravesó Gipuzkoa durante uno de sus viajes y fue agasajado en varias localidades gipuzkoanas a lo largo de su ruta. Juan Antonio Urbeltz ha recogido testimonio documental de dichos homenajes, y del mismo podemos constatar que en la mayoría de las localidades se rindió homenaje al monarca interpretando en su honor la ezpatadantza: en Tolosa lo hizo “una comparsa de bailarines de Pordones”, en Billabona y Andoain, “sesenta danzantes de baile de espada de uniforme y vistosamente vestidos”; en Donostia, “la comparsa de Ezpatadantzaris compuesta de cincuenta labradores briosos bailó en primer lugar la antiquísima danza de espadas”; en Ordizia, Beasain, Ormaiztegi, Zumarraga, Urretxu, Legazpia, Antzuola, Bergara, Soraluze y Eibar actuaron “Veinte danzantes de espadas de los más diestros”.

Bullet1 En los primeros años del siglo XX el maestro de danzas José Lorenzo Pujana enseñó a danzar la ezpatadantza a numerosos dantzaris. En algunas localidades en las que impartió su magisterio –por ejemplo, en Añorga—la costumbre de interpretar la ezpatadantza ha perdurado hasta nuestros días.