
Podemos hacernos una idea de cómo eran los trajes de danza que se utilizaban en el siglo XVIII a partir de la descripción que José María Gandásegui realiza de las fiestas de los gremios celebradas en San Sebastián en el año 1732. En su descripción refiere que el gremio de los carpinteros bailó una danza de espadas y que los dantzaris llevaban sombreros con escarapelas. Maria Elena Arizmendi explica que la escarapela es una divisa compuesta de cintas por lo general de varios colores, fruncidas o formando lazadas alrededor de un punto. Dice también que los 16 bailarines del gremio de sastres y su capitán que bailaron una danza de troqueado llevaban el mismo uniforme, a saber: bandas de seda desde el hombro derecho hasta la axila izquierda, calzón o pantalones cortos hasta las rodillas y media saya a la valenciana. Les acompañaban cuatro sargentos apostados en las cuatro esquinas del grupo que portaban el mismo atuendo: un especie de chaleco de ante fino llamado “coleto”, bandas de seda de colores llamativos y sombreros emplumados. No debe sorprendernos que los dantzaris llevaran falda corta sobre los pantalones, pues tal atuendo es muy común en el folklore de muchas regiones europeas y todavía hoy se sigue utilizando en Oñati durante las festividades del Corpus.

Manuel Larramendi describió del siguiente modo la vestimenta de los ezpatadantzaris del siglo XVIII: “
bien vestidos, con buena calza, medias y zapatos, y lo demás en camisola muy blanca y gorros blancos en la cabeza”.

También Juan Ignacio Iztueta describió en su libro de 1824 la indumentaria de los ezpatadantzaris de aquella época, del modo siguiente:

Maria Elena Arizmendi señala que hasta el siglo XVIII se emplearon sombreros blancos como prenda de baile. Por lo que respecta al pañuelo de la cabeza, según Arizmendi el pañuelo se llevaba debajo del sombrero, pero supone que a Iztueta el sombrero le parecería caro y decidiría uniformar la vestimenta de los dantzaris con un pañuelo para sujetar el cabello. La
txapela o boina se popularizó extraordinariamente a partir de las guerras carlistas, pero Arizmendi afirma que probablemente se utilizaba ya con anterioridad a ellas y que a raíz del impulso propiciado por las carlistadas es muy probable que antes de su muerte, acaecida en 1845, el propio Iztueta tuviera oportunidad de ver a los dantzaris bailar con
txapela.